Costumbre la de andar en solitario,
hábito de querer sin que te quieran,
fomenta los paseos por la tarde,
comer con libro y cena con bandeja;
los domingos pijama y zapatillas
y a media tarde, porque sí, una siesta,
versos cuando me dé la gana y plancha,
plancha que se amontona y que se deja
para cuando mejores tiempos lleguen
o el milagro de las camisas venga,
el de aquellas que limpias y planchadas
aparecen colgadas en sus perchas.
¡Versos para las tardes solitarias,
camisas con sus rimas de franela!
Se odia la soledad y acaba uno añorándola, especialmente esa, la que alimenta. Gracias por el poema.
ResponderEliminarMucha inteligencia y gran mérito el de querer sin que le quieran, ¡enhorabuena!, parece que llega al nirvana.
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