Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 23 de febrero de 2012

Epístolas urbanas: Del porvenir de la existencia vana



Andan descompensados tiempo y vida,
cualquier persona un poco seria sabe
que la existencia lleva pie cambiado
y que los desajustes nos perturban.
Huelga lo que llaman experiencia,
calificable como mangas verdes;
solo muy tarde salen bien  los versos,
se aprende a degustar buenos pescados,
se inclina uno por quesos exquisitos,
se sabe donde está lo que se busca,
o donde se quedó –maldita sea–.

Cuando niños pensamos que a los versos
solo iban flores, amoríos, cantos,
todo lo que sonaba dulcecito,
con su poco de qué, sin mezclar nunca
el corazón con la vecina fea,
ni la comida con la inspiración,
ni los poemas de amor con los zapatos;
y cuando luego llega lo que llega
en la lágrima azul de aquella anciana,
en la sonrisa de mi panadera,
en las veces que nada te diré,
en el  bocata que hoy hemos zampado,
en los colores de los calcetines,
en el silencio con que pasa todo
lo que realmente más nos interesa,
cuando nos llega y nos sorprende sin….
sin no sé qué nos pilla, desarmados;
o cuando el subidón, por el contrario,
embeleca un rincón intrascendente
de nuestras ceremonias cotidianas
y sube la emoción de donde menos
piensas….
dios mío, hasta rajoy parece
haberme conmovido con su casto
beso delante de las masas –aunque
sin ramalazo incitativo sexual,
lo admito, ni deseo de ir a escenas
procaces contra rouco y sus secuaces.

Es la vida, es la vida y es la vida
la que conmigo viene al metro goya,
sube al quince, se sienta al lado, baja
en puerta de alcalá y emboca luego
la calle recoletos –hiperión
cerrado– duda si comprar El público
o esperar al gratuito, por si acaso
los reparte la misma chica aquella
del otro lunes que me trastornó
mientras repartía las nuevas  viejas,
sobre cómo lograban arañar
los bancos a los griegos más humildes
el pan nuestro de cada día
y por fin limitaban estipendios
–no más de trescientos mil euros, porfi–
a senadores y banqueros, gentes
ocultas que conocen los subterfugios.
Subterfugio y evento y prima y crisis,
magia de la palabra engaña bobos
para robar con aire intelectual
sacralizando algún galimatías.

Nada podrás si tu quehacer resulta
ser el de un maestro, médico, tendero,
enfermera, portero, cobrador,
electricista,  conductor, niñera….
o el de parado, oficios son de menos
valer con los que no podrás pasar
las vacaciones de los telediarios,
ni comprar las colonias que se anuncian
en el dominical de los periódicos,
ni asistir a las fiestas de paquirri,
ni invitar a tu suegra a una de gambas,
ni que el congreso te regale un aifon
y lo lleves con un sin manos negro
en un audi de miles de caballos.

¡No consintamos los divorcios laicos
de los homosexuales que no tengan
una hipoteca en bancos del opusdei!
¡Que se ponga orden a tanto desconcierto!

Esta epístola creo que se va,
y se me va de madre porque el molde
de la poesía ya avisé que era otro,
y si acabamos con las tradiciones
se tambalea nuestra sociedad
y acabarán por abortar los curas
en la seguridad social, con monjas
de enfermeras,  y un objetor de médico;
y no: pongamos coto a los cambios,
pongamos límite a las demasías.
Necesitamos para tiempos recios
banqueros impolutos, sarcosíes,
mérqueles sin piedad, mierda abundante
y responsablemente repartida
para que todo se mantenga acorde
con la complejidad de las finanzas,
muy distante de las entendederas
de quienes nunca intentarán saber
cuáles son artilugios eficaces
para lograr el triunfo del mercado,
porque quieren vivir, sencillamente.

Esta epístola urbana se me va.





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