Antes de seguir con Garcilaso el melodioso vamos a hacer una
estación en su dulzura, una de las palabras más empleadas por Garcilaso y de
las más significativas, porque es un calificativo, no un término común, algo
que ha de seleccionar cada vez que se lleva a los versos; término genérico para
la calidad grata que conmueve al guerrero, al cortesano, al humanista, pues
esas tres cosas –que no siempre se conjugarán armónicamente– era el melodioso
Garcilaso, cuya poesía logró cambiar el cauce de los versos para siempre en
nuestra lengua. O para un siempre
que, por lo menos, atraviesa nuestro todavía, aunque el lector actual que no
sepa leer históricamente quizá se sienta empalagado con esta antología, en
donde “dulce” y su corta familia etimológica reconstruyen un paraíso idealizado
de mil objetos, situaciones, personas:
el agua dulce desta clara fuente….
no se te acuerda de los dulces juegos….
de sus bellotas dulces despojaba….
dulces y graciosísimas doncellas….
del sacro Tormes, dulce y claro río….
Ay viento fresco y manso y amoroso, / almo, dulce, sabor,
esfuerza, esfuerza / tu soplo…
no ajena compañía dulce y cara….
cantando / tan dulce que a una piedra enterneciera….
Filomena sospira en dulce canto….
mi lengua en dulces modos y sutiles….
con el suave canto y dulce lira….
en el remar liviano y dulce viese….
al fin era dejado con su esposa / dulce, pura, hermosa,
sabia, honesta….
un viejo en cuyo aspecto se via junto / severidad a un punto con dulzura…
lleno de un sabio, honesto y dulce afecto….
maestra de la umana y dulce vida…
yo seré dulce, más que sano amigo….
Dentro en mi alma fue de mi engendrado / un dulce amor…
con dulce son que el curso al agua enfrena….
Oh dulces prendas por mi mal halladas / dulces y alegres
cuando dios quería…
Buscaba del toledano la dulzura como lugar de reposo para su
vida –para la vida sostenida en los versos, idealizada en versos–, y la
encontraba en sus desvíos imaginarios hacia la expresión acordada: el universo
mitológico del humanista, el refugio en el alma interior del sujeto que se
creía libre, la emoción de la naturaleza del burgués, y a veces, solo a veces,
el miedo pánico a la inmensa soledad que espera al hombre moderno, que impreca
entonces a la naturaleza.
Expresado todo con esa frescura de quien maneja con desparpajo la lengua
y puede exagerar lo que siente: amor, pasión, emoción…. y el rosario de efectos
que convirtieron el corazón de los poetas en laboratorios sentimentales, y sus
versos en un inagotable madrigal de lamentaciones.
Con sus versos debajo del brazo he ido paseando por el
Retiro buscando la dama lejana de quien enamorarme –basta adivinarla a lo
lejos–, para entenderlos
mejor.
Qué bueno Pablo. Yo clasificaría los lugares que aportas en varios tipos, no por afán taxonómico, sino porque creo que así se profundiza en el conocimiento de la lengua de Garcilaso y en el uso de los temas y motivos que toca:
ResponderEliminarLocus amoenus:
el agua dulce desta clara fuente…
La naturaleza idealizada:
de sus bellotas dulces despojaba…
del sacro Tormes, dulce y claro río…
Alusión al mito de Orfeo:
cantando / tan dulce que a una piedra enterneciera…
con dulce son que el curso al agua enfrena…
con el süave canto y dulce lira / que revueltos en ira y torbellino / en medio del camino se pararon / los vientos, y escucharon muy atentos / la voz y los acentos…
Alusión al mito de Tereo, Procne y Filomena:
Filomena sospira en dulce canto…
El recuerdo nostálgico:
Oh dulces prendas por mi mal halladas / dulces y alegres cuando Dios quería…
no se te acuerda de los dulces juegos… (en «Égloga II»: la inocencia, la infancia transcurrida junto a la actual amada desdeñosa).
La voz del poeta (y pastor):
mi lengua en dulces modos y sutiles…*
* La «lengua» de Garcilaso, metonimia —la causa física por el efecto— de la ‘voz’ del poeta, está también en algunos de sus mejores versos:
Mi lengua va por do el dolor la guía; / ya yo con mi dolor sin guía camino; / entrambos hemos de ir con puro tino. («Soneto XXXII», 1-3).
Amor quiere que calle; yo no puedo / mover el paso un dedo sin gran mengua; / él tiene de mi lengua el movimiento, / así que no me siento ser bastante. («Égloga II», 367-370).
Él, con su mansa lengua y largas manos / los tumultos livianos asentando, / poco a poco iba alzando tanto el vuelo, / que la envidia en el cielo le miraba. («Égloga II», 1564-1567).
Y aún no se me figura que me toca / aqueste oficio solamente en vida; / mas con la lengua muerta y fría en la boca / pienso mover la voz a ti debida. («Égloga III», 9-12).
Apolo y las hermanas todas nueve / me darán ocio y lengua con que hable. («Égloga III, 29-30).
Como término de una antítesis:
un viejo en cuyo aspecto se via junto / severidad a un punto con dulzura.
De influencia neoplatónica:
Dentro en mi alma fue de mí engendrado / un dulce amor…
Otros epítetos:
dulces y graciosísimas doncellas… (aplicado en este caso a las dríadas en una enumeración que incluye otras ninfas, en «Égloga II»).
Ay viento fresco y manso y amoroso, / almo, dulce, sabor, esfuerza, esfuerza / tu soplo… (todos estos epítetos le corresponden al Céfiro, viento suave del sur).
lleno de un sabio, honesto y dulce afecto…
maestra de la humana y dulce vida…
yo seré dulce, más que sano amigo…
no ajena compañía dulce y cara…
en el remar liviano y dulce viese… (en hipálage o en sinestesia).
al fin era dejado con su esposa / dulce, pura, hermosa, sabia, honesta…
No obstante, algunas de estas categorías se superponen y muchos de estos versos podrían ubicarse bajo varios epígrafes al mismo tiempo. Creo, además, que otros términos habituales en Garcilaso trasladan significados muy próximos a la dulzura. Así, por ejemplo, «blandura», «terneza», «suavidad»:
ResponderEliminarBoscán, vengado estáis, con mengua mía, / de mi rigor pasado y mi aspereza, / con que reprehenderos la terneza / de vuestro blando corazón solía. («Soneto XXVIII», 1-4).
Quebrante la braveza / del pecho empedernido / con largo y tierno llanto. («Égloga II», 713-715).
Moviola el sitio umbroso, el manso viento, / el suave olor d’aquel florido suelo. («Égloga III», 73-74).
Por otra parte, estos motivos están en la lengua de muchos poetas coetáneos, anteriores y posteriores a Garcilaso. El siguiente repertorio se limita a la coincidencia léxica de «dulce» / «dolce» y su familia semántica en Petrarca, cuyo «Canzoniere» basta abrir por cualquier página para encontrar uno o varios ejemplos que sirven para aclarar también los lugares de Garcilaso:
En antítesis:
Amor in guisa che, se mai percote / gli orecchi de la dolce mia nemica, / non mia, ma di pietà la faccia amica. (LXXIII, 28-30).
… et a pena vorrei / cangiar questo mio viver dolce amaro. (CXXIX, 21 y 22).
L’atto d’ogni gentil pietate adorno, / e ’l dolce amaro lamentar ch’i’ udiva / facean dubbiar, se mortal donna o diva / fosse che ’l ciel rasserenava intorno. (CLVII, 5-8).
Qual dolcezza è ne la stagione acerba. (CLX, 12).
Poi quando il vero sgombra / quel dolce error, pur lí medesmo assido / me freddo, pietra morta in pietra viva, / in guisa d’uom che pensi et pianga et scriva. (CXXIX, 49-52).
Epíteto aplicado a Laura:
Non sa come Amor sana, et come ancide, / chi non sa come dolce ella sospira, / et come dolce parla, et dolce ride. (CLIX, 12-14).
La misma comparación puede hacerse prospectivamente. En Góngora:
A lo satírico burlesco:
Si la de dulce mirar / ha de ser con presunción / que ha de acudir a razón / de a veinte mil el millar, / pues fue el mío de al quitar, / busquen otro, / que yo soy nacido en el Potro. (54, 36-42).
No tiene el soto ni el valle / tan dulce olorosa flor (alude a la perra Clavellina; 86, 3-4).
¡Oh tú, de las parleras / aves la menos dulce y más quejosa! (274, «Al importuno canto de una golondrina», 7-8).
Citarista dulce, hija / del Archipoeta rubio. (317, «Fábula de Píramo y Tisbe», 9-10).
En tono moral:
¡Cuán dulcemente de la encina vieja / tórtola viuda al mismo bosque incierto / apacibles desvíos aconseja! (290. «Alegoría de la primera de sus Soledades»).
En elogio fúnebre:
Que rayos hoy sus cuerdas, y su pluma / brillante siempre luz de un Sol eterno, / dulcemente dejaron de ser aves. (286. «En la muerte de tres hijas del duque de Feria»).
En imagen antitética:
De cuantas os clavó flechas el ciego, / a la que dulce más la sangre os bebe / hurtadle un rato alguna pluma leve, / que el aire vago solicite luego. (Es disémica: puede aplicarse «dulce» a la amada o a la sangre; 287, «A don Páez de Castillejo», 5-8).
Por fin, en «Soledades»:
náufrago y desdeñado, sobre ausente, / lagrimosas de amor dulces querellas / da al mar… (264, «[Soledad] primera», 10-11)
Creo que el procedimiento empleado, por loci similes, no apunta en la dirección de volver a «declarar los hurtos del cisne Garcilaso» (ni los de Góngora), sino que pone en evidencia el alto grado de intertextualidad de la poesía del Siglo de Oro, incluso en sus más altas cumbres, y la vigencia de las doctrinas de la imitación al modo que propugnó Pietro Bembo. Los lugares en Góngora indican, además, un uso muy diferente del término al efectuado por Petrarca y por Garcilaso. Góngora ya no pertenece a la misma cultura humanística que aún comparten el aretino y el toledano. Por eso se hace difícil encontrar en Góngora un uso del término «dulce» que no conlleve un doble sentido, huya del lugar común o trate de superar los modelos anteriores.
Las referencias al «Canzoniere» son de la edición de Ugo Foscolo, Giacomo Leopardi y Ugo Dotti. Las de Góngora están tomadas del volumen I de la edición de Antonio Carreira. Las de Garcilaso son de la edición de Bienvenido Morros.
ResponderEliminarBueno, pues no sé ya si escribirle el comentario a Pablo o a ti, Conradus.
ResponderEliminarPrimero a Pablo, Anónimo, que estamos en su casa. O tal vez a Garcilaso... No te cortes... ;).
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