Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

jueves, 2 de febrero de 2012

Lucca, Ilaria en San Martín

Dintel de la iglesia de San Salvador (s. XII, creo que solo el bajorrelieve)
Fue un día de los más fríos, pero sin lluvia, al contrario con un sol radiante, el que pasamos en Lucca, que está a unos 20 kms. de Pisa. Como le contaba yo a mi colega italiano, siempre me había sugerido algo especial, porque era la ciudad a la que Eugenio Asensio venía cuando viajaba a Italia, y lo decía con un aire de misterio y de satisfacción al mismo tiempo, que ahora he entendido en parte por lo que veía –una ciudad señorial, tranquila, llena de historia, bien conservada– y en parte por lo que me explicaron: muchas librerías de viejo –la golosina de E. Asensio– y muchos anticuarios. 
Paseamos la ciudad, con algún capuchino que me devolviera al calor, admiramos las plazas, casi siempre para abrir una fachada de ese románico columnar, preciosista, que culmina en la catedral de san Martin (de Tours) y sobre todo en la iglesia de San Frediano, y terminamos en la plaza del mercado, que había sido anfiteatro romano y conserva todavía columnas y basamentos de entonces, embebidos en la nueva construcción.
El viajero, que tiene sus manías, siguió admirando los enormes plátanos -el arte de la poda– y se dejó llevar primera a ver la dama marmórea –veinticuatro años, Ilaria del Carreto (+1405, de sobreparto)– que ha quedado tumbada para siempre en un sepulcro de extremada sencillez y belleza: los pliegues de la ropa, el perro fiel a los pies, el perfil del rostro, el aderezo del pelo y las manos en paz. Los poetas que por allí hemos pasado, sabido es, d'Annunzio, Quasimodo, Jauralde... hemos dejado versos y llantos.
Jacopo della Quercia, Ilaria del Carretto (Catedral de Lucca)









Catedral de San Martín (buena parte es del s. XII)
Luego subimos los sabe dios cuántos escalones de una de las muchas torres de Lucca, la torre Guinigi, para contemplar desde arriba el juego de rojos de los tejados, el remanso de huertas y jardines y las torres de la ciudad, no todas destruidas por los florentinos –hay mucha historia detrás de cada una de estas ciudades. Los robles que arriba están plantados, son algo entecos, no les queda otro remedio; pero resultan curiosos. La otra torre que se ve, a al derecha, es la llamada "del reloj".
¿Por qué se irían de tan hermoso lugar algunos de sus hijos famosos? G. Puccini (del que hay un museo, que no he podido ver y se puede visitar lo que fue su casa), Alfredo Volpi, Boccherini... El último compositor citado –y no hemos citado a F. Geminiani–  terminó en Madrid; y tiene una hermosa lápida recordando dónde vivió, en pleno barrio de Lavapiés, hoy como ayer lugar de encuentros y no de meditación, como parece Lucca. 



Mi colega y yo hicimos planes para, en la próxima reencarnación, adquirir alguno de esos estudios grandotes en la parte alta de algún palacio, con azotea y balcón sobre la plaza: allí escucharíamos a Puccini y a Bocherinni y leeríamos a Dante. 
Todo se andará.
Nos volvimos nuevamente rodeando las murallas, cuyo lienzo se conserva muy bien, aunque resulta extraordinariamente severo –quizá fue funcional en el momento de su construcción.

Nos despedimos, sin embargo, con una imagen menos seria, la del tiovivo.




San Frediano

1 comentario:

  1. Pues después de este texto y de estas imágenes, tendremos que ir a Lucca. Saludos.

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