Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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viernes, 30 de septiembre de 2011

MÉTRICA: las silvas

El índice de los temas sobre métrica de este blog se encuentra en:
http://hanganadolosmalos.blogspot.com/2011/09/metrica-espanola-indices.html


LAS SILVAS


Poema de versos en serie es la silva que, en su forma primitiva, hilvanaba heptasílabos y endecasílabos con rima consonante, de manera aleatoria. En tanto que se forjaba como forma métrica, permitía versos sueltos, siempre menos que los rimados, allegaba esdrújulos en rima (estaban de moda) y permitía así mismo la inserción de pareados, como una forma más de la selva métrica. A esta primera definición, demasiado rigurosa, no le convienen todos los ejemplos, pues enseguida se abrió a otras muchas variedades, sobre todo al jugar con la disposición de las rimas y la posibilidad de trabar cada vez más los versos rimados. Las variaciones alcanzaron a finales del siglo xix a la silva moderna (con base 4-7-11-14, incluso aceptando versos de 9, que pueden a llegar a ser mayoritarios), la forma de la silva más cultivada hoy, normalmente de versos blancos. La mayoría de los poetas que cruzan esos años documentan ese paso de formas métricas rígidas a otras más abiertas; por ejemplo Alfonsina Storni, a quien tantas veces cito, después de entregar un libro de formas clásicas y otro de sonetos (Ocre, 1925), abre Mundo de siete pozos (1934) con una silva sobre versos impares, que cuando desciende a verso corto lo mismo integra pentasílabos que tetrasílabos, etc. Ese libro, luego, manifiesta una clara preferencia por el verso corto, frente a los versos largos de épocas anteriores. En cierto modo, realiza el mismo trayecto que Juan Ramón Jiménez, como modelo que, consciente o inconscientemente, muchos siguieron.
Por otro lado, Quevedo, probablemente quien impulsó y recreó la estrofa antes de que la retomara magistralmente Góngora con las Soledades (1613), rotuló así otras formas estróficas, como el “Himno a las estrellas”, que es un sexteto-lira formado por un heptasílabo inicial y cinco endecasílabos, con la forma aBABCC. No perduraron estas formas estróficas como “silvas”, aunque fueron ensayos frecuentes no solo en la poesía de Quevedo, sino en las de Medrano, Villegas, etc. quienes reelaboraron la vieja lira petrarquista y la luisiana.
Denominaré silva a la familia de composiciones que se basan en una serie de versos iguales o de fácil acomodo rítmico (7-11-14…; 12-6…; etc.) Distinguiré las sílabas impares (sobre la base del endecasílabo) de las pares (sobre la base del octosílabo); especificaré los versos que entran en cada composición (silva de 8-6-4, por ejemplo), y señalaré si llevan rima, de qué tipo es, o si son blancos.

El origen de la silva, lejana imitación de las silvas stacianas, ha de situarse muy a comienzos del siglo xvii; su desarrollo resulta espectacular, imparable a partir de las Soledades gongorinas, es decir, desde su misma cuna, pues bien poco hacía que Quevedo había difundido las suyas, con las que preparaba una colección, que no llegó a cuajar, aunque a ellas volvía con el ánimo de componer un libro. Al tiempo que Quevedo componía las suyas, otros muchos poetas ensayaron su práctica: Martín de la Plaza, Calatayud, Espinosa, Rioja… Más adelante, no hubo poeta de ese siglo que no escribiera su poema en silvas, ocupando el terreno de otras formas, que se retrajeron, como la canción, las octavas o incluso los tercetos.
Desde entonces y durante todo el siglo xviii fue la estrofa preferida para las poesía reflexiva de tirada extensa, aunque también de otros subgéneros (muchas fábulas de Samaniego); en silvas escribió Espronceda su “Himno al sol”, sus odas el Duque de Rivas y sus mejores descripciones Zorrilla, que las desguazó en sus obras dramáticas para adaptarlas a todo tipo de situaciones.
De su extensión durante el modernismo puede dar cuenta el estudio de Navarro Tomás, que enumera una veintena de variedades en Rubén Darío: 16-8-4; 14; 14-7; 14-11-7; 14-7-18; 12-10-5; 12-6 (frecuente en Juana de Ibarbouru); 12-10-6-4-3; 11-7; 10; 9; 8-4; fluctuante entre 7-14; fluctuante entre 3-15; de tiradas rítmicas. Otros poetas modernistas frecuentaron la silva de alejandrinos, apenas quebrados por heptasílabos (Darío, “El reino interior”; Santos Chocano, “Melancolía”…).
La llamada silva de consonantes es una sucesión de heptasílabos y endecasílabos, normalmente pareados; así se denominó a veces al ovillejo, que cruza fronteras también durante el parteluz de los siglos dorados, pero que casi siempre se inclina hacia el tono festivo que le lleva el sonsonete. La tendencia a la consonancia de pareados es grande en algunos poetas, como el propio Quevedo o como Cervantes; en tanto que parece alejarse de ella Góngora.
Modernamente puede aparecer esa misma estructura, pero con versos blancos, como en “El maestro”, de Juan Gil-Albert.

Así pues, la silva actual acepta todo tipo de quiebros impares y suele desechar la rima, como en este caso de Ángeles Mora:

14    He mirado las ruinas como si fuera un día    1.3.6 + 4.6
7     para vivir sin ti.                                        4.6
4     A lo lejos,                                                3
11   retazos de la sal, duermen escombros,         2.6.7.10 v.e.
9    signos apenas de basura.                            1.4.8
7    Es triste ir a las ruinas.                               2.(3).6 v.e.
........

En otras ocasiones se organiza de modo más rígido sobre uno o dos tipos de versos, lo que lleva a las fronteras de otras formas estróficas y entonces no siempre es fácil de discernir, como en este caso de Juan Ruiz Peña (“Andalucía”), que la utilizó con relativa frecuencia, como sucesión, con rima asonante, de heptasílabos y alejandrinos:

7    Vieja tierra del sur                                     1.3.6
14   salpicada de olivos  / de color ceniciento,      3.6 + 3.6
7    con torcidas callejas                                   3.6
14   de cal o plazas donde / trasmina su embeleso 2.4.6 + 2.6
7    el florido jazmín,                                        3.6
14   tierra de viñas con / racimos como el sueño   1.4.6 + 2.6
………………………..

Menos frecuente es la silva de versos pares, normalmente sobre la base del octosílabo, de la que hay excelentes ejemplos durante el periodo romántico, cuando poetas como Espronceda o Zorrilla necesitaban un metro abierto, maleable y fácil para los borbotones de su inspiración. De su uso por algunos románticos y modernistas, como Martí, Jaimes Freyre, Tomás Morales (“Los pataches”), el mismo Darío, etc., pasó a ser uno de los moldes métricos más representativos de la poesía sencilla de Antonio Machado (“Las encinas”, “Poema de un día”, “Los olivos”…). Probablemente desde Machado saltó a la poesía actual, después de haber servido para la inspiración abierta de Guillén, Lorca, Salinas, etc. Lezama Lima llegó a componer sonetos sobre esa base (4-6-8). Unamuno, en “El coco caballero”, por ejemplo, utilizó la de 10-6, con los decasílabos siempre de ritmo 3.6.9. Tanto en Alfonsina Storni (“Sábado”, de El dulce daño, 1918) como en Juana de Ibarborou las encontramos de 12 + 6, por ejemplo abriendo Raíz salvaje (1922).
En el panorama de la poesía actual, cuando el escritor se atiene a moldes, la silva es la forma dominante, y cuando los intenta romper o realmente lo logra, la silva es lo que se rompe y sus restos asoman frecuentemente entre los restos del poema tradicional, lo que es fácil de corroborar recorriendo los endecasílabos ocasionales –casi siempre de ritmo tradicional–, la apoyatura en eneasílabos o la tendencia a detenerse, antes del versículo, en los alejandrinos. Hágase la prueba con el último libro de Juan Gelman (El emperrado corazón amora, 2011), con las idas y venidas de Jorge Riechmann (Futuralgia, 2011), con el último libro de Carlos Piera (Religio, 2005), o de Ben Clark (La mezcla confusa, 2011), por citar ejemplos dispares, a los que se pueden añadir cuantos  etcéteras se quiera.


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