Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 25 de mayo de 2012

Más películas

He vuele a tener suerte con el cine que remata un día de papeles, después de haber transcrito unas cuantas hojas del testamento de Diego Hurtado de Mendoza. La peli de la hora de cenar, en una de esas cadenas desconocidas ("la 8") era Ni un pelo de tonto, de Robert Benton (1994), que en su día acaparó premios, sobre todo por el papel de Paul Newman. Como es película vieja y rodada, recordaba haberla visto; en esos casos se suele uno fijar en nuevos detalles, que esta vez fueron los de los diálogos, realmente ajustados, estupendos. Lo que pasea por la película es la melancolía de unos modos de vida carentes de los valores con los que la gente se suele engañar –grandeza, dinero, triunfo, etc.–: conceder a la condición humana la capacidad de elegir –o de no elegir– y de ser, simplemente.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención es que en la pantalla se veía permanentemente el cartelito rojo de mayores de ¡18 años!.... Y eso que la peli admite una visión beata y conformista de la vida, que no hay sexo, que no hay violencia, que no hay nada de lo que suele asustar a los pacatos; quizá el motivo fuera la conversación que mantiene Newman con su amigo sobre si se enfría o no la "polla" –así lo hablan, así se dobla– y sobre si es larga o no, hasta que Newman argumenta que él se la dobla, etc. En estos tiempos que corren una conversación de dos adultos o de dos viejos sobre tema tan fútil no creo que haya disparado las alarmas de los censores. No sé.
Al cine le está ocurriendo lo que al desarrollo de la humanidad según los postmodernos: no todo lo nuevo significa avance, desarrollo, superación....; en eso se nota que es un arte y que deja hitos únicos.
Terminada la película, he vuelto al testamento de don Diego; pero la verdad es que se me nublaban los ojos, sobre todo con las páginas que siguen al "dispongo" y que un día me enseñó Mercedes Agulló. He aquí una de ellas, a ver si me está leyendo algún buen paleógrafo, aunque ya Gracián Dantisco, en los inventarios que siguen, avisa de que a veces no hay modo de leer lo que don Diego escribe:


Vuelvo a la película, que recoge el tramo final de una vida que se adivina equivocada y resuelta. A la expresión de la perplejidad del protagonista, que se mueve por los impulsos de lo que "no" quiere, frente a lo que le dicen o lo que ve. 
Meditaciones de la vejez.




El viejo en casa sabe bien su oficio:
limpia, cocina, plancha, ve la tele….
a veces descansa y a lo lejos mira,
la mayor parte de su tiempo lee;

a veces oye música y entonces
cierra los ojos, sueña, quizá duerme;
si un hijo llama, escucha, se sonríe,
habla despacio, cuelga, y se conmueve;

con sol, va al parque, se lleva un periódico
y busca el banco donde estuvo siempre;
si es pronto deja que la luz le inunde,
si es tarde deja que la luz le llegue.

Habla muy poco, en las tiendas saluda,
sabe que el tiempo es frágil, dulce y breve.








1 comentario:

  1. qué buena poesía sabiduría para vivir la vida a esas alturas si uno tuvo el privilegio de llegar y por lo visto con la máquina más lenta pero entera.
    Me la voy a copiar!

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