Hoy explicaba la dama que nos mueve las nubes en la pantalla de la TV, de la primera en este caso, que la primavera tiene esos caprichos del tiempo como cosa natural, con vaivenes entre la dulzura, la tormenta y el rigor de las temperaturas. Y mientras traía y llevaba anticiclones por la pantalla, terminaba yo de ver A bout de souffle en una de esas muchas cadenas que, sorprendentemente, han aparecido y nos dan buen cine. Es película, la primera, como se sabe de Godard (1960), cuyo estreno en Madrid recuerdo perfectamente haber visto en el Ateneo, en una de aquellas sesiones medio clandestinas de por la noche. Naturalmente que todos los que vimos la película nos enamoramos de Jean Seberg, y supongo que las damas de J.P. Belmondo, y que el suicidio de Jean Seberg poco después sirvió para sublimar nuestro amor aún mas y subrayar su carácter de imposible en un mundo gris, que admiraba al delincuente que vivía sin pensar. Hubiéramos debido tener valor para morir bailando y fumando como Belmondo.
Creo que esta es la segunda vez que traigo a Jean Seberg a este blog. De la película recuerdo con especial turbación el momento en el que Belmondo –en el hotel donde están refugiados– le acaricia el culo por encima del vestido, sin que, esta vez, la "chica" proteste. No se podía tocar impunemente así a una dama en ninguna pantalla de aquellos años. Y los censores debían de tener razón, a juzgar por la turbación con la que siempre he recordado aquella escena. Creo que desde entonces mi sueño erótico más hermoso es dejar así la mano en pos de la dama a la que quiera y que la deje estar allí. Entonces éramos lectores de Sartre, que hubo de ver la misma escena: (La face cachée des Fesses): La patrie, l'honneur, la liberté; il n'y a rien: l'univers tourne autour d'une paire de fesses, c'est tout. ('l patria, el honor, la libertad, nada de nada: el universo gira alrededor de un buen culo, eso es todo').
Y hoy, mientras tomo unas cuantas instantáneas de la película, leo el Cantar de los Cantares en la versión de fray Luis de León –ya hemos convenido en que la primavera es un revoltijo– y escucho el movimiento lento de la cuarta de Mahler, a donde me he venido a refugiar huyendo del festival de Eurovisón (¡juro que no lo veré nunca!). Ese sorprendente agustino que fustiga vicios constantemente, que no soporta la mediocridad y la envidia universitaria que le rodea –esto no ha cambiado– y que, sin embargo, cuando cruza por sus versos una mujer hermosa, la que sufre con el "malvado amor", se le escapa la pasión por donde menos espera, por ejemplo al llegar a la figura de la Magadalena: "mis ojos, dos mortales / fraguas, dos fuentes sean manantiales" (6, 80). Vio sin duda Luis de Léon ojos como fraguas que le torturaron, y vertió su inspiración con la pluma de la inteligencia. Y le dejaron tan perturbado como a mí la actitud pasiva de Jean Seberg con su pelo a lo garçon. Nunca conseguí que una dama de amores se me peinara a lo garçon, esto es un sinvivir.
Fray Luis. ¡Qué combate entre pasión, creencia, inteligencia y versos! ¡Qué remolino en la condición humana cuando cultiva el pensamiento y atenaza la carne! Sin conceder nunca lo que Sartre, la lucha por admitir lo que somos y no entregarnos totalmente a lo que sentimos, porque sentimos lo que no sabemos o sentimos más de lo que sabemos. Ascensión que es huida, fuga que es refugio, en la enloquecida primavera de este año.
Este es el gesto que luego quedó:
Totalmente de acuerdo, es una película turbadora y sugerente, con esa imagen final que te deja con la boca seca. Y sí, Seberg no tiene comparación. En Buenos Aires me cortaré el pelo a lo garçon.
ResponderEliminarBesos
Aprecio en lo que vale el corte de pelo, pero ¿qué hacemos con la otra escena?
ResponderEliminarModelo similar en la actualidad, ¡pero en moreno!-mejor-, sería Audrey Tatou
ResponderEliminar