flores silvestres recogidas mientras
volvía de Cedeira, en la cuneta
del camino que lleva a San Andrés,
a donde van los peregrinos, cerca
de Ponticelas y después del río,
un paisaje de lomas y praderas,
cerrado por los bosques de eucaliptos,
con tojos y castaños y mimbreras,
restos de lo que fue, quizá; compongo
un ramillete sencillo y en Regoa
las envuelvo en papel mojado
para que se conserven bien enteras;
pero precisan sol y viento y lluvia
y sentir sus raíces en la tierra.
Preciosas. Hay un par de ellas que ni tocan el suelo (!)
ResponderEliminarQué buena lectora del blog tengo contigo, Estrella. La próxima entrada te la dedicaré, con las últimas flores que me traje de la primavera que asoma.
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