poesías (octavas) |
La correspondencia se ha ordenado en grandes grupos (la de su hermano Alonso de Carvajal, la de padre Cresvelo....) No sé de qué manera han llegado a ese conjunto, también, las cartas que envió a Rodrigo Calderón, que constituyen un conjunto muy interesante tanto para conocer mejor la figura del privado, el Conde de Oliva, como para retrazar la historia de aquellos años (c. 1610-12), sobre todo los de su embajada en Venecia.
Primera página (de tres) de la útiima carta de Luisa Carvajal a Rodrigo Calderón (20 de noviembre de 1613) |
Las cartas no revelan tan solo la espiritualidad de esta extraña y enérgica mujer, que siempre se movió en el círculo de los jesuitas –con su herencia fundó un colegio de la Compañía en Lovaina–, también revelan, y mucho más de lo que ella hubiera querido, las corrientes políticas que precedieron y sucedieron a la tregua de 1609, contra la que escribió y razonó; la belicosidad de la ortodoxia católica, la idea de la misión de España, los macabros hábitos de las ejecuciones, el fetichismo de las reliquias: un verdadero universo ideológico, social y humano, difícil de entender fuera de las coordinadas históricas en las que se produjo.
El legado de Luisa de Carvajal está lleno de rincones, sorpresas, verdades a medias.... que serán muy difíciles de entender en su conjunto, y a las que yo, desde luego, no podré atender, desbordado a mi vez por la febril actividad de esta mujer. Ella también es Siglo de Oro.
Durante la semana del 9 al 15, en París, expondré lo mejor que pueda su vida y sus escritos, para entenderlos con mis colegas en un seminario sobre la España de los siglos XVI-XVII. En las lecturas que he terminado hoy, fundamentalmente las del proceso (1626), cuando ya han pasado unos doce años desde su muerte, los testigos recomponen escenas de su vida, refieren anécdotas, casan datos....; pero ya hay su tanto de leyenda y admiración. Testifican –y por extenso– Lorenzo de Aponte (de los clérigos menores), fray José de San Agustín (conventual del monasterio de San Felipe), varios criados del embajador Alonso de Velasco, Pedro de Zúñiga (otro embajador), Joan de Çevain; su confesor durante un tiempo, el dominico Fray Diego de la Fuente (prior del convento de Santo Tomás); la duquesa del Infantado, la Condesa de la Puebla (una Mendoza), el Marqués de la Hinojosa, varios criados del Marqués de Flores, la madre Catalina de la Encarnación, Juan Pablo de Arenillas.... De entre las muchas cosas que esos testimonios aducen puede que sea la alusión repetida de que su madre había tenido como consejero a Pedro de Alcántara la que nos lleve a la raíz de su exacerbamiento espiritual, que de todos modos se había producido como estallido generalizado a partir de 1600, al mismo tiempo que la sociedad se liberaba del peso del largo reinado de Felipe II: el estallido produce la picaresca, la corrupción, el juego, las fiestas....; pero también el acrecentamiento de la onda neoestoica. Nunca antes se habían fundado tantos conventos de clausura en Madrid como los que aparecen realmente, se proyectan o se dotan en la ciudad que deja de ser la capital; y normalmente por nobles o damas de alcurnia. Hasta a la tía y la abuela de Quevedo alcanza la moda. Ya daré la nómina.
A Luisa de Carvajal el estallido le llevó a Londres, donde se lograba el martirio antes que en Japón o China.
La entrada es larga. La ilustraré con la última carta autógrafa a Rodrigo Calderón (del 20 de noviembre de 1613, la escritura aparece ya algo deformada); una muestra de sus poesías, cuidadas y pulidas; y otra página del proceso. Dejo para otra ocasión dos documentos especialmente sustanciosos: el largo informe del Conde Gondomar (embajador en Londres) y el sobre con declaraciones varias de Luisa de Carvajal que entrega el padre Hernando de Espinosa (es lo que ilustra la última reproducción).
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