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Cuando
el verso se alarga más allá de lo que el lector puede percibir
como tal, es decir, en tiradas que sobrepasan las catorce-dieciocho sílabas, y
no existe una tirada rítmica (repetición constante o proporcional de acentos),
se produce el versículo, que el lector descompone, normalmente según criterios
semánticos, en unidades versales menores. De hecho opera ya ese fenómeno con
los pentadecasílabos, hexadecasílabos, etc., que se componen de hemistiquios o
versos menores (5+5+5; 7+8; 10+7…), que a
veces aceptan realizaciones diferentes.
Una
ley nunca enunciada dice que los versículos prefieren la escansión por
hemistiquios cortos o breves, y que por su propia naturaleza huyen de la
escansión por hemistiquios por encima del endecasílabo.
El
versículo no es un logro o el resultado del desarrollo de ensayos métricos; al
contrario, parece estar en los orígenes de la versificación, ya que procede
lejanamente de cantilenas y prosa cantada, tiene detrás formas litúrgicas y,
fundamentalmente, bíblicas; bien se puede decir que históricamente es una forma
originaria, que reaparece, en nuestra tradición literaria, como resultado de un
enriquecimiento de las formas de expresión, como fórmula intermedia entre el
verso y la prosa. En al poesía
española actual el versículo aparece como forma mayoritaria, casi al mismo
nivel que la silva moderna.
He
aquí una estrofa versicular, en un poema de Aleixandre (de Retratos con
nombre),
en el que todos sus versos son versículos:
17/16 Otra cuenta
mayúscula. La serenidad concentrada.
19/20 El enorme saco de
la verdad por primera vez sobre el hombro.
24 Al fondo aquel horizonte y, en un esfuerzo
supremo, el brazo casi invisible
18 llegando como un camino para todos a tocar la
aurora.
He
aquí ahora un poema entero formado por tres versículos, de Almudena Guzmán (Usted):
15 Exquisita pendencia la de mi boca y la suya
22 por ese dedo abeja que libó entre murmullos
y distensiones golosas
17 las sucesivas floraciones de mi anémona
nocturna.
Es
un buen ejemplo de su utilización más usual el poema de Blas de Otero copiado
en la entrada anterior en donde, al producirse el llamado “verso libre”, el
poema acepta la utilización de versículos, en este caso de cuatro, junto a los
versos tradicionales y otros que no lo son tanto. En el poema de Blas de Otero,
sintomáticamente, los endecasílabos son regulares.
Otras
veces los poemas versiculares traspasan esa línea e incluyen párrafos
prosificados, por ejemplo “Tú” o “Hengist quiere hombres” de Borges (de El
oro de los tigres); o en Poemas a María (1928), de Carmen
Conde. De
la misma manera que en la poesía libre es fácil encontrar versos tradicionales
entreverados de versículos o de versos compuestos, como en este caso, también
de Borges:
……
18 El joven ante el libro se impone una
disciplina precisa
13 y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
13 a mis años, toda empresa es una aventura
7 que linda con la noche.
18 No acabaré de descifrar las antiguas lenguas
del Norte,
17 no hundiré las manos ansiosas en el oro de
Sigurd;
12 la tarea que emprendo es ilimitada
9 y ha de acompañarme hasta el fin,
12 no menos misteriosa que el universo
7 y que yo, el aprendiz.
Esta
última variedad es la abrumadoramente mayoritaria en toda la poesía escrita,
digamos, desde mediados del siglo xx. Suele abrirse aun más mediante las
transgresiones de todo tipo, entre las cuales la ausencia de puntuación es la
más evidente (ejemplos de la poesía moderna argentina, en donde es muy
frecuente, incluyendo la obra poética de Cortázar, Juana Bignozzi (1937), Edgar
Bayley (1919), parte de la obra de la peruana Blanca Varela…
De
esta manera entramos en el dominio de la poesía absolutamente libre, cuyo
prototipo podría ser el poema compuesto con fragmentos en prosa y en verso,
entre los cuales aparecen versos tradicionales –simples o compuestos--,
versículos y versos irregulares. He aquí un ejemplo breve de una de estas
posibilidades:
Lloro, porque toda mirada entraña
error.
Mas los andrajos, horca, palio y
cruz no morirán por este llanto. Mejor, fulgir a solas y rezar en balde. ¿Como
el topo? Así: dueño de la penumbra y de su asfixia.
Hablando por hablar. A ciegas. Ojo
del corazón, quema el paisaje.
(José Miguel Ullán).
Como
toda forma literaria o de un género literario —el de la poesía en verso— el
versículo ha sufrido de todo tipo de altibajos, asociables a movimientos
estéticos y, por tanto, ideológicos. Aunque tuvo antecedentes en la poesía
escrita por mujeres del romanticismo (Gertrudis Gómez de Avellaneda, Rosalía de
Castro), casi siempre fue como una suma de versos tradicionales. Así, los
modernistas, por ejemplo, se percataron de los valores sinfónicos que tales
despliegues podían acoger, y los utilizaron ocasionalmente. Su utilización más
evidente fue a partir de los años veinte, por el modelo que supusieron poetas
como W. Whitman, Paul Claudel, Saint John Perse… En España, las traducciones de
R. Tagore por Zenobia de Camprubí —ayudada, quizá, por Juan Ramón Jiménez-—, de
excelente prosa poética, que roza la expresión versicular; los alargamientos
versales de los surrealistas; el dilatamiento de las silvas de todo tipo, etc.
concurren en aceptar el versículo como un ingrediente más del poema, y así,
mezclado con versos tradicionales y con versos libres aparece en numerosos
poetas (Vicente Aleixandre, Lezama Lima, Luis Rosales, Blas de Otero, Carmen
Conde, José Ángel Valente, Jorge Luis Borges, Martínez Sarrión… hasta invadir
la poesía de hoy (Julieta Valero, Pablo Casado, María Salgado....) Libros hay
versiculares, como Sermones y moradas (1930), de Alberti; o
de tendencia versicular, como Los conjurados (1985), de Jorge Luis
Borges y toda la poesía que provocó la imitación de
Neruda, desde los años veinte
El
verso largo de los románticos preparó su adveniniento y el verso largo de los
modernistas, al caminar sobre pentadecasílabos, hexadecasílabos, etc. termina
por crearlos. Véase este arranque del mexicano Salvador Novo, con versos
silábicamente distintos:
14 Junto a tu cuerpo totalmente entregado al
mío,
18 junto a tus hombros tersos de que nacen las
rutas de tu abrazo,
17 de que nacen tu voz y tus miradas, claras y
remotas,
16 sentí de pronto el infinito vacío de su
ausencia…
Comienza
por aparecer integrado entre versos tradicionales, como un modo de expresión
eficaz; o alargando el verso compuesto hasta los límites:
...
7 ¡Oh
qué poco pesaba
17 tu
derramada inmensidad sobre mi corazón ardiente! (=9+9)
9 ¿Eras
toda la tierra ya,
11 y
eras todavía todo el cielo!
....
(Juan Ramón Jiménez, Eternidades)
El versículo ha servido, evidentemente,
para “derramar la inmensidad”; lo mismo que ahora va a servir para, desde el
contraste con el verso simple, sugerir el silencio:
19 Porque
se tiene conciencia de la inutilidad de tantas cosas
23 a
veces uno se sienta tranquilamente a la sombra de un árbol –en verano—
4 y
se calla.
......
(Ángel González)
Todo vuelve a mí con
el silencio en que se hunden las estrellas,
elevando mi soledad en
un profundo viento como árbol de estío,
y de nuevo soy el
fugitivo extenuado en las arpas que las horas tañen,
el amado, el que vio
bajar las primaveras de las nevadas del cielo.
…………..
(Arturo Gervasi, Vigilia
del náufrago, 1937).
En general, el empleo del versículo
abre el poema a la digresión, el estilo sermonal y la expresión circular, razón
por la que suele aparecer asociado a todo tipo de anáforas. Un excelente
ejemplo de libro versicular puede ser El libro de barro (1993-94) de
la peruana Blanca Varela.
Pensé que se referia a los versiculos biblicos, pero veo que no jeje, un saludo desde versiculos.vip
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