Jardín de invierno, árboles trazados
como una oscura red echada al viento;
esta ciudad se inventa la tristeza,
la lluvia deja el bulevar desierto;
la piedra gris de las fachadas viejas
así se puso de perder recuerdos,
las curvas del garone se oscurecen;
quedan barcos varados en su puerto.
He llegado al río a ver los puentes;
el campanario de san Miguel, lejos,
entre los árboles desnudos, alza
su lanza de piedad hacia los cielos.
Un hermoso almacén de baratijas
me espera esta tarde en el museo.
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