Es una excelente noticia que Manuel Seco haya publicado una nueva edición de su diccionario de dudas, un libro útil, ameno, de consulta obligada y frecuente, redactado por quien es, sin duda, el mejor conocedor de estos aspectos y quien puede emitir juicio razonado sobre el uso adecuado de la lengua española, con mejor criterio en general que los muchos libros semejantes, y desde luego con una finura y ponderación que no tiene, por ejemplo, el "panhispánico" de la RAE, que asusta ya desde su propio título.
Corresponde a los filólogos del ramo enjuiciar el conjunto y cada una de las entradas; pero no me he resistido a señalar, además de su valor, unos cuantos aspectos que pertenecen quizá mejor a los bastidores; y lo hago, ejemplarmente, a partir de una sola letra, de la que extraigo lo que aquí sigue.
Lo primero que me gustaría señalar es el estado efervescente de la lengua que empleamos, que se mueve en multitud de ocasiones entre vacilaciones, que resultan ser opciones del hablante, no siempre referidas a registros usuales (coloquial, académico, infantil, vulgar, pedante....); y así podemos decir [coloco asterisco en la menos usual, y dos asteriscos en la que debería evitarse] fagot / *fagote; fallo / *falla; fauces / *fauce; femineidad / feminidad; fisonomía / fisionomía; fisoterapia / fisioterapia; *fláccido / flacido; fríisimo / frigidisimo" (el primero era el de los clásicos); hasta bordear la incorrección fratricida / **fraticida.
El doblete a veces es de escritura: *flashes / flases, folclore / folklore; o de ambas cosas: frac/ *fraque"; *fraques / fracs, en donde se ve que la lengua española, cuando le gusta el préstamo, no hace remilgos a formas abruptas –agrupación de consonantes sordas– de otras lenguas.
Puede el hablante en bastantes casos contrastar la solución aconsejada con la que le dicta su propia competencia, que casi siempre suele coincidir con la del gramático –señal de que es buena–, aunque a veces la efervescencia a la que aludía antes desajuste su uso con el que el Manual dice; por ejemplo en el uso de fan y su plural fans, un anglicismo frecuente, creo que se admite porque su matiz semántico es menos fuerte del que señalan fanático e hincha, en este último caso referido al deporte. Quizá sirva para esta salvación del anglicismo la misma razón por la que se dice que se puede conservar el galicismo culto feérico, porque "en ella encuentran una especial connotación expresiva, ya que evoca más a las hadas (en francés fées) que a la magia".
La efervescencia asoma simpáticamente al régimen de las preposiciones, así en fiel se dice: ".... fiel a, con, para o para con sus amigos...." Cuántos y cuán hermosos modos de fidelidad, como el "bajar en (con, de, etc.) zapatillas de Baroja". O el triple modo de "frisar", el de los clásicos (con), el usual (en) y el transitivo y elegante: "frisaba los treinta".
Entre líneas asoma de vez en cuando el criterio del gramático. De modo sistemático se señala a quien lo consulte que las formas extrañas no son adecuadas cuando se habla en español, de manera que no se debe decir Figueras (y no Figueres), Finisterre (y no Fisterre), Francfort (y no *Frankfurt y otras soluciones parciales), etc. Y apostillas sueltas vienen a condenar los alargamientos inútiles, las redundancias, el uso de las palabras largas por pedantería, etc.
La duda suele aparecer con frecuencia en algún rincón –tema poco frecuente, palabras poco utilizadas, etc.–, de manera que en el recorrido de la f- aprender se puede que la nota musical, fa, que es nombre masculino, tiene un plural fas. Y las mismas dudas en la numerosa lista de cultismos y extranjerismos o de términos poco usados (flébil, foniatra, frenesí....), comentados siempre con ponderación y sabiduría. Así, el rebelde film frente al castizo película y su coloquial peli, se defiende por la familia (filmar, microfilmar, filmación....)
Curioso es el caso de los femeninos –las mujeres, por fas o por nefás, siempre lo son– ya que la travesía de los géneros deja irregularidades: fiscal (pero no *fiscala), filóloga, física, que no afectan a foniatra (que cuando se ultracorrige suena **foníatra).
Entre las construcciones, Seco casi siempre opta por la economía del lenguaje, sorteando pleonasmos y redundancias del tipo de la mejor (o peor) buena fe, en donde los adjetivos "buena y mala" se sustituyen por su comparativo y por tanto huelgan: con la mejor fe del mundo. Me temo que el proceso de desgaste de estas locuciones seguirá incitando al hablante a acumular *la peor mala fe, etc.
En fin, las reconvenciones a la RAE son variadas y, al menos a mí me lo parecen, siempre oportunas: y así reconviene *fragante por flagrante, entre otras. Aunque no falten los aplausos: foro" y no *forum; o fuel y no fuel-oil (a mí me parecen las dos formas espantosas).
En la entrada de la voz "fluido" se expone el viejo problema que no acaba de permitir que los estudiantes más perezosos tilden y acentúen bien, las dos cosas, ya que: /flú-i-do, flu-í-do/ y /flui-do/ se disputan nuestra pronunciación.
Todo lo dice Seco sin contundencia; quizá la esperaríamos mayor en casos como el galicismo *flanear (callejear, vagabundear....); y en los que, efectivamente, se han naturalizado con el tiempo, a pesar de su rostro extraño, como flirt y su familia, junto al coqueteo y la suya, más castizo; quizá hayan empezado ya a matizar acepciones.
Tan solo es una muestra, creo que suficiente para sugerir el interés del libro, primero; pero sobre todo para seguir manejando la lengua sin temor, explorando su riqueza y sus posibilidades.
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