He pasado hoy –por obligación– mañana y tarde en centros de documentación: por mis ojos han pasado documentos de Cervantes, Velázquez, Goya, Villamediana, el Duque de Lerma.... y he leído cartas de puño y letra de F. Listz, Wagner, Hernán Cortés, el Gran Capitán, Galdós, Víctor Hugo.... En el caso de la primera serie enunciada lo hecho en unas condiciones de precariedad que, en verdad, contrastaban con lo que iba pasando por mis manos y sufrían mis ojos, sufrimiento añadido porque las condiciones de trabajo en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid –las mismas o peores que las de hace veinte o treinta años-- eran degradantes: falta espacio, personal, digitalizaciones y reproducciones.... Falta todo, excepto la buena voluntad del puñado de gente que allí acude a trabajar o de los investigadores que tienen la paciencia de hacerlo y de intentar desojarse con los viejos lectores de microfilme. En algún momento he cruzado comentarios al respecto. La crisis.
Anotaciones autógrafas de Quevedo en el libro cuya portada se reproduce en la otra ilustración |
No, no es solo la crisis. Con cualquiera de las dietas de un senador o con las carteras de piel y los teléfonos que les regalan, o con cualquiera de los lujosos "audis" que se gastan.... sería suficiente para el presupuesto anual de un AHP decente. Y con un mirage se arreglaba el hermoso edificio que lo contiene, antes de que se caiga. Y con un día de campaña de elecciones se adecentaban todas las salas. Con dos viajes en primera de dos eurodiputados se pagaba el sueldo anual de un buen archivero. Y con lo que Gallardón ha invertido en despachos del nuevo ayuntamiento se digitalizaba todo el archivo, se llenaba el archivo de artilugios, se protegía de la humedad a todo el fondo y me compraban a mí unas castañuelas. Y así sucesivamente. Sin necesidad de llegar a las primas y los seguros de los consejeros de los bancos que nos van arruinando lentamente. O sea que no, que no es la crisis, es la desidia y la desvergüenza, que se apoya en la degradación cultural, que permite ocultar o minimizar todo este proceso inexorable hacia el embrutecimiento, para dar vía libre al enriquecimiento inmoral y la corrupción.
Por la tarde, en la Biblioteca Nacional, en donde he estado hurgando los autógrafos que citaba, he intentado identificar el que adorna esta entrada, de Quevedo, uno entre miles que allí se conservan. La sala Cervantes estaba semivacía, exactamente siete personas. Es verdad, que no es modo de pasar unos días de fiesta en medio de estos papeles viejos; pero es a partir de estos papeles viejos como se descubre, organiza, da a conocer, publica, etc. lo que fuimos, parte de lo que somos, lo que si queremos ser personas todavía nos emociona y nos permite serlo plenamente.
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