La batalla perdida es la de la coma, el signo de puntuación, que no consigo que mis alumnos empleen gramaticalmente, sino que las más de las veces lo hacen siguiendo las pautas de la entonación. Y está perdida porque tampoco veo que su uso obedezca a criterios correctos, es decir, razonables, en niveles diferentes de uso: colegas, escritores, manuales, normas, académicos.... que suelen emplearla a la buena de dios, y dios no sabía puntuar. Se me dirá que si todos lo hacen de esa manera es porque esa es el modo correcto de usarla. Qué más quisiéramos. Voy a citar a Vila-Matas, cuya última novela encarezco una vez más: "....para una gran parte de los críticos y los lectores lo normal es el desprecio por el pensamiento. [....] Los españolas son de esa clase de gente que se cree que por repetir una y otra vez la misma cosa al final acaba siendo verdad". Es por cierto en esa pléyade de estupendos novelistas actuales en donde se encuentra el mejor uso de la lengua: Landero, Vila-Matas, el resucitado Luis Goytisolo, el Mateo Díaz final, incluso Belén Gopegui, en donde el "incluso" es para salvar a tan excelente novelista de sus detractores ideológicos. A ver si tengo tiempo de abrir campo ahí.
Hace algunos años recorrí las viejas gramáticas –entre ellas las de la RAE, sobre todo las del s. XIX– para encontrar el desvío o la inconsecuencia, sin necesidad de acudir a Nicanor el Puntuador, tan solo al proceso de codificación de estos aspectos a lo largo de las tres últimas centurias. La verdad es que en su mayoría eran razonables y mantenían una cierto consecuencia; las he citado y utilizado en algún trabajo con otras intenciones. Sin embargo, en la última edición de uno de los libros que más uso, el manual de dudas de Seco, de un buen sentido deslumbrante, he vuelto a encontrar la justificación de que la "coma" se acompaña de pausa, lo que se puede dar la vuelta: cuando se hace pausa se escribe coma. Suelo ejemplificarlo en clase leyendo pasajes largos sembrados de comas –por ejemplo, los de la lamentable y deturpada edición del Quijote, tarea infinita y siempre mal cumplida de Florencio Sevilla– sin ninguna pausa allí donde aparecen, pero sembrando pausas silenciosas donde no las hay.
Por el tema conjugo ahora la batalla perdida con el nuevo homenaje a Agustín García Calvo, en cuyo tratado de rítmica se explica, al paso, como otras muchas cosas, la razón de ese error.
El tratado de rítmica de García Calvo merecería mucho más que traer a colación algunas de sus páginas, desde luego. Reseñé hace décadas –creo recordar que en la RSEL– Del ritmo del lenguaje, y me planteé hacer lo mismo con esta obra monumental de mil setecientas páginas, a todas luces transcrita por sus colaboradores (está llena de faltas de ortografía, por ejemplo); pero la reseña hubiera debido ocupar medio centenar de páginas, de modo que el mamotreto de mi viejo profesor de latines –primero en la universidad, segundo de comunes, el año de las expulsiones, luego en la academia de la calle Desengaño– se ha quedado como diccionario de consulta y referencia. A él acudiré otras muchas veces, a modo de homenaje, aunque no estoy tan cegado por su magisterio que no detecte los problemas que no han logrado que sea el gran tratado de métrica europea hoy, empezando por su exagerada extensión –se va hacia el universo– y por el arranque y mantenimiento del repertorio –y léxico– clásico, que lo aleja de la lectura actual.
En las páginas 88-89 dictamina, al paso, lo que ocurre con el mal empleo de la coma, al distinguir, como insiste a lo largo de todo el libro, entre gramática y entonación, lo que otras veces se lexicaliza más detalladamente, pues con ese epígrafe comienza el libro: "La confusión reinante entre cosas de la lengua y cosas de las artes". No es "arte" desde luego la entonación, frente a la lengua. Hay muchos pasajes luego en los que se vuelve y discute todo ello, para seguir constatando "lo asombrosamente arraigado y largo de la confusión que ha reinado en los estudios lingüísticos y métricos entre cosas de la lengua y cosas del arte: el secreto está en que se da generalmente en cualesquiera lenguas y culturas un condicionamiento de la producción rítmica del habla, más o menos regulado luego en las artes métricas y musicales, por las diferencias prosódicas que estén establecidas y marcadas en la gramática de la lengua correspondiente".
Resumo mucho, pero busco la claridad: la puntuación busca ordenar hechos de lengua (separar, incidir, unir, etc.) que también pueden ser de la prosodia de la lengua (por ejemplo, final de oración), pero no debe emplearse para hechos de "arte", "estilo", etc. que por su propia definición son difíciles de sistematizar o dependen de la "ejecución" de cada hablante (por ejemplo, los silencios, las vacilaciones retóricas, las reticencias, los cambios de entonación emocional, etc.): escribir "coma" donde hacemos pausa, –el caso más frecuente– suele inducir a error en la puntuación (los niños escriben esa coma entre sujeto y predicado: "*mi padre, / me ha llevado al cine"). Otra cosa es que muchos de los signos de puntuación y con frecuencia la coma, bien sembrados sobre el texto, con criterios sintácticos, coincidan con pausas, porque coinciden con hechos gramaticales.
Termino con un párrafo de García Calvo:
Bien será, en fin, añadir que también con los silencios se da la misma tergiversación, fundada en la atención "física" a la producción del habla. Pues la sola marca gramatical de los fines y límites de frase (y coma) en el discurso son los esquemas entonativos [....]; pero como quiera que hablando sucede con frecuencia que el límite de la frase (y con alguna menos el de la coma) se aprovecha para hacer una pausa o detención [....] no será tan extraño que empezando por los hablantes ingenuos a los que se obligue a tomar conciencia del hecho, por ejemplo en la escuela, siguiendo también con los maestros, tiendan a creer que la marca del límite de frase consiste en la pausa o silencio (y para las comas, una pausa más pequeña) [....] privándole así de indagar en los rasgos entonativos gramaticales que verdaderamente señalan esos límites....
Batalla perdida, como la del "evento" machadiano con la que se anula toda la batería léxica "suceso", "accidente", "fiesta", "encuentro", "concierto", "hallazgo", "ocasión", "partido", "manifestación", "exposición".... Lector, ten cuidado no te conviertan en un "evento".
Batalla perdida, como la del "evento" machadiano con la que se anula toda la batería léxica "suceso", "accidente", "fiesta", "encuentro", "concierto", "hallazgo", "ocasión", "partido", "manifestación", "exposición".... Lector, ten cuidado no te conviertan en un "evento".
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