El libro que recoge buena parte de las composiciones que han ido apareciendo en este blog sigue su camino, como había anunciado hace tiempo. Pero la travesía de estas colecciones está llena de azares y consecuencias, pues en primeras pruebas –aparecerá en la editorial Calambur, de Madrid, al cuidado de mi editor preferido, Emilio Torné–, he tenido la suerte de que lo leyera –lectura que yo pensaba final, después de otras muchas– persona de excelsa cualificación, tanto poética como lingüística; a resultas de lo cual el rapsoda ha trajinado nuevamente sobre ese corpus de versos, bastante adelgazado –se han suprimido alrededor de 173 poemas originales– y bastante matizado por el constante laboreo que, como sabe quien escriba versos, es una tarea que nunca se acaba.
He prometido enviar el libro a quien me lo solicite, naturalmente, y así lo voy a hacer a un puñado de personas que me lo han dicho; advierto ahora de ese obligado y pequeño retraso, justo en el momento que termino la última revisión de pruebas y corrijo y pulo en diálogo con mi último lector. Y ahora pienso, que menos mal que ha vuelto a repasar el conjunto. En mi último correo le comentaba, asustado, que cómo se habían podido colar tantos versos cojos y tantos dislates. Espero que ahora haya menos.
Adornaré la entrada con dos versiones: una que ha quedado fijada desde su primera redacción y cuya factura adecuada me corroboró mi corrector –no digo su nombre porque no sé si es pertinente–, la de un soneto escrito en la playa de Pantín, uno de mis lugares mágicos; de la sección Galicia y el mar. Y otra, de los sonetos finales (Llegados al final) que se ha pulido y ha cambiado, uno de los poemas a Clara, que ocupó la imaginación del rapsoda durante mucho tiempo. Van con su numeración en el libro.
También se ha cambiado el título, que ahora es China destruida (y otras flautas, dulces y traveseras) y se ha suprimido un texto en prosa que precedía.
178
Las huellas se desnudan en la playa,
rumor virgen de mar para el que llega;
las gaviotas sus alas se descalzan
y dibujan arañas en la arena;
pasos son al azar del peregrino
en busca de saber y de frontera,
nada da el horizonte a la mirada,
lejos la vida va, lejos las velas.
Campos de mar y luz, campos de viento,
las olas a los pies la espuma enredan,
su refrán suena a caracoles blancos,
cuerpo que se reencuentra con la tierra.
Criaturas imprecisas, las más frágiles,
perdidas y desnudas, las que piensan.
385
tiempo es de frutas, clara, y de fresas,
con las manos se toman si maduras
y a los labios se llevan y se huelen
y se abren con los dientes y rezuman
para que su jugo y el frescor impregne
nuestra saliva y desde allí ocurra
que renuevan sabores olvidados
y convocan a la vida, y la disfrutan,
clara, y también que sean carne y labios
pasión de ser cuerpos piel y pulpa
en busca del lugar que pueda unirnos
recobrar lo que dicen que perdura
mientras que todo estalla por las venas
y un relámpago ciego nos deslumbra
Las flautas de pico, ¿dónde han quedado?
ResponderEliminarPor una cuestión técnica, que me advirtieron, las cambié por la mas ajustada "traveseras", que además significa, creo, mejor.
ResponderEliminarHermosos poemas, Pablo.
ResponderEliminarBicos