Marea
alta y luna llena en este final de agosto, al cruzarse los dos meses. La
higuera junto al baladro de la serventía se ha caído, empujada por el viento e
incapaz de sostener el fruto que llevaba. Es imposible que medre en ese lugar,
en vilo, pero una y otra vez rebrota –las higueras tienen tronco y ramas
esponjosas de crecimiento rápido– y se cuaja de fruto, al parecer porque el
árbol que va a morir pronto multiplica repentinamente su cosecha, como ha
pasado con las abruñeiras –ya solo queda una, eran tres– y quizá esté
ocurriendo con el limonero que mira hacia el valle de Santalla y que pasó un
mal trago con el último temporal.
Luz casi de otoño, al atardecer, en la ría |
I
Amanecer de luna llena mientras
se va el verano hacia el recuerdo, donde
almacenamos la melancolía
y descansamos de vivir alerta;
la intensidad de agosto se atenúa
apacigua el perfil de sus perfumes;
dejará su incesante florecer
el heliotropo, encenderá la parra
sus luces, y el nogal y los castaños
descargarán una vez más el postre
de los cuervos, del jabalí la fruta,
para poder mudar las hojas viejas.
¿Qué más se habrá perdido este verano
desprendido al pasar
las estaciones?
La higuera tronchada, sobre el baladro |
La higuera del
ferrado se ha tronchado
cuando estaba
cuajada de higos verdes
cerca de
madurar sin que los pájaros
hubieran
empezado su festín
de manjar dulce
que les brinda agosto
fue el viento exagerado
de la noche
que cruzó el
valle y arrasó a los débiles
sin distinguir
si ya tenían fruto
o si eran ramas
viejas y podridas
de las que
esperan el invierno para
dejarse caer a
tierra cualquier día
y forjar con el
barro los caminos.
No hay moraleja
de lo que sucede
por conjunción
de simples circunstancias.
Me han entristecido estos poemas, Será aquello de la entrada del otoño y los años que llevamos encima. Gracias, Pablo
ResponderEliminarDe acuerdo con Estrella, estes poemas brotan infinita ternura y tristeza.
ResponderEliminarAqui todos te echaremos de menos, Pablo. Desde el más mínimo elemento terrenal al humano, pero tenemos la certeza que regresarás y eso da mucha alegría, :)
Moreas de bicos.
Además de la depresión, catalogada ya como enfermedad profesional en los profesores por la Seguridad Social, Manuel Vicent relata estupendamente este fin de semana en su columna otra más: "la melancolía profesoral". No se me había ocurrido nunca y es cierto: por el profesor pasan los años y por la masa juvenil que se renueva cada año nunca; es un espejo de lo más perverso e injusto, ocmo para poner enfermo a cualquiera. Más ahora en tiempos americanos de valorar al más fuerte (lo joven) y no al más sabio. Felices últimos días de verano.
ResponderEliminarPues buena página y sí, buen artículo el de M.Vicent, poético también.
EliminarGracias, anónimo, me voy a leer a MV. Siempre he pensado que los estudiantes me dan lo mejor de lo que soy...nunca la melancolía o depresión, pero no deja de ser interesante lo que dice.
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