Nadie las ha cortado ni cogido,
miran al mar, perfuman la ribera,
de modo que florecen y maduran
y luego como espigas allí quedan;
para dejar que los caminos lleguen
se abren al mar, para trazar las sendas;
les gusta la humedad que el viento trae
y el denso azul que clavan las estrellas;
su gracia estriba en recatarse un poco
y que nadie las corte ni las prenda,
por eso juntas crecen en colonias
y ocultan su primor y su belleza;
y así viven y son y nos regalan.
Su color nos anuncia que el mar llega.
Cúanta belleza albergan las playas. Ayyyyy que nadie las corte, que las dejen germinar y ofrecer el milagro de la vida.
ResponderEliminarBesos, Pablo.
siempre me ha maravillado ver y celebrar las plantas que crecen por su propia cuenta. No hay mano humana que las haya puesto allí. Eso es lo fantástico y mágico. Se nos regalan . Se han entendido la semilla, el viento, el agua, esa tierra que quiso recibirla . cuánto que aprender de ese diálogo perfecto.
ResponderEliminarEn las banquinas de mi argentina algunos girasoles caprichosos con alma de libertad prefieren saltar los alambrados y pasar al grupo de los transgresores..
Hermosas las fotos
¡Vivan los girasoles!
ResponderEliminarBuena exposición de belleza asilvestrada, gracias. Siempre tienen las flores silvestres colores más finos y delicados, armoniosos con el entorno, un placer.
ResponderEliminar