Alguna duda todavía sobre la autoría velazqueña de este retrato (Fine Arts, Boston) |
Por algún motivo que no es exactamente el del nacimiento (1561) o muerte (1627) de don Luis de Góngora, el poeta cordobés viene con clamor de campanas y subvenciones. Es verdad que nunca se fue para el lector que gustara de ese universo poético que fluye en romances y letrillas, se extrema en versos cultos o apabulla cuando el cordobés se va a crear mundos imaginarios que no se hayan fabricado antes, y pocas veces después.
Manuscritos Chacón (BNE) |
Volverá Góngora, las más de las veces de la mano de los gongoristas, gentes de bien que sobre su obra se afanan y que le acosan tanto histórica como críticamente, dilucidando.
Dilucidar a Góngora en estos tiempos que corren es tarea de muchos quilates; y arriesgada, sobre todo cuando los críticos, hermanados de los filósofos, nos afean conductas interpretadoras. Ese es otro cantar del que no tienen culpa los críticos.
Quizá el mayor pecado de los gongoristas entregados a la causa noble de mantener un pedestal al poeta cordobés estribe en sostener que ha de ser leído, paladeado y respetado con veneración por los lectores urbi et orbe, como corresponde a estos tiempos de globalizaciones merkelianas. Y creo que no, argumento y ahora considero desde mi larga experiencia docente. Nunca llegarán "todos" los lectores a buena parte de la poesía de Góngora como llegan a los versos de Lope, cuando el madrileño se empeña en provocarnos un placer/displacer sentimental. Góngora se desvía, frecuentemente, y se va a los versos, al lugar donde se fabrican versos, y allí se queda, embelesado y embelesando a los que supieron ver en esa burbuja una de las experiencias humanas más completas, digna de ser vivida.
Edición Vicuña |
Góngora está en el programa de una asignatura boloñesa de la UAM durante el próximo semestre; y habré de cuidar sobremanera no suplantar el manoseo directo de los versos con el placer de una interpretación encontrada en la melodía crítica, a la que deberían saludar discretamente, quizá luego, como intercambio de experiencias entre lectores curtidos –resabiados– y lectores nuevos.
Mientras escribo estas líneas escucho en un programa de France Musique que me facilita el Mac: Bach modifica el instrumento musical para que suene exactamente como él desea, porque quiere obtener algo que no han conseguido quienes le precedieron. Cámbiese a Bach por Góngora y los violonchelos por los versos.
Y para que no se crea que desprecio esa melodía crítica (¡exagerada ya!), ilustro la entrada con algunos de los libros merecedores de consulta, que he asentado sobre dos muestras textuales viejas (la impresa de Vicuña y la manuscrita de Chacón), además de por tres o cuatro ediciones nuevas, las mejores (la total de Carreira, las Soledades de Jammes, el Polifemo de Micó....), dos clásicos de la interpretación (Emilio Orozco y Robert Jammes) y dos de los últimos libros con los que ando, los que terminan la entrada.
Autógrafo de Góngora (1614), en la BBM |
Bienvenido Góngora.
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