I. De por qué la literatura no existe pero sí que existe una
actividad a cuyo resultado damos ese nombre
El
hombre actúa constantemente y a veces no lo hace mecánicamente –para vivir–
sino que quiere que esa actuación se perciba por quienes le rodean o, incluso
más, que quede reflejada como resultado de esa actividad, bien sea de modo
temporal, secuencial, objetivo, etc. bien sea de modo más grandioso,
permanente, fijo. Es probable que su actuación siempre esté soportada por su
habito pensante, de la inteligencia, que actúa como motor mucho más directo en
cuanto se acerca a determinado tipo de funciones. La poesía tiene detrás ese
motor, como muchas de las actividades humanas, desde luego. El poeta actúa verbalmente
y deja un resultado que solemos llamar poesía, algo que se percibe a partir de la lengua y de sus
características. Es así de sencillo.
Las
actuaciones, sin embargo, cuando son voluntarias y no mecánicas, tienen una
función añadida y se realizan o formalizan a través de uno o varios canales (se
oyen, se ven, se tocan....) Aunque la distinción no siempre resulta limpia ni
fácil: la actuación mecánica es un resultado natural de las condiciones de vida
del individuo; la actuación voluntaria suele añadir algún tipo de función,
alguna razón, derivan de lo que se suele denominar la “conducta” del individuo.
Existe
en la tradición toda una serie de actuaciones voluntarias que se clasifican
precisamente por el canal o canales de formalización: vista, oído, tacto.... y
además a veces se añade que son “arte”. ¿De dónde procede esta nueva
adjetivación a una actividad humana que no es mecánica sino voluntaria? Suelen
aplicarse a actuaciones –con resultado objetual o no– que se pretenden
únicas en su realización o en su resultado; o dicho de otro modo: lo que
hace un individuo en estos casos es intentar expresar de manera precisa,
peculiar, valiosa y ajustada lo que quiere. En el caso de la llamada literatura, mediante la utilización del lenguaje.
Hemos
definido en el párrafo anterior dos rasgos que acompañan a la producción
literaria: “acciones únicas de manera precisa, peculiar, valiosa y ajustada”.
Hacer –o decir– algo que no repita lo que otros han hecho –o dicho– y hacerlo
exactamente como se quiere hacer. Conviene que vayamos reparando que no nos
estamos encarrilando a una definición esencialista del arte, sino a una mera
descripción de convenciones. Vamos a descender de este esquema teórico
discretamente y a encarar aspectos laterales, históricos, de la creación y del
arte.
El
impulso y la necesidad de actuar individualmente es el que genera, por
tanto, la idea de que hay “arte”, de llamar así al resultado de esa actividad, literaria cuando se canaliza a través del lenguaje. Actuar
individualmente es una pretensión probablemente con fronteras y trabas que se
imponen al individuo por su condición social e histórica; digamos, por tanto,
que es actuar individualmente en el seno de una situación histórica que le
condiciona. La actividad artística y literaria ha creado un corpus en nuestra
tradición histórica que retroalimenta en este campo cualquier actividad en este
sentido. También genera la creencia de que el arte es capaz de recoger
limpiamente la creación o, en sentido contrario, que el individuo puede expresar
–crear– casi libre y totalmente, desde su propia raíz, lo que quiera; lo que
podría ocurrir siempre que sea capaz de manejar la herramienta expresiva y
siempre que tenga algo que decir y sepa conjugar esos dos aspectos.
El
manejo adecuado de la puesta en acto se realiza con la técnica y da como
resultado un estilo, que arrastra consigo el significado, si lo hubiera, de la
obra, en todo caso, que permite que el artista exteriorice o produzca lo que desea. Nótese la
cantidad de axiomas que se han supuesto en la exposición de este breve camino:
el individuo puede crear algo propio, posee recursos para objetivar (una puesta
en discurso, un lenguaje....) lo que quiere expresar, los demás pueden recibir
íntegra y adecuadamente ese objeto; etc. A lo largo de la historia crítica, sin
embargo, cada uno de estos axiomas se ha inflado o se ha puesto en entredicho;
por ejemplo, corrientes actuales (la llamada “deconstructivista”, pongo por
caso) consideran que es imposible que el lenguaje objetive lo que un individuo
quiere expresar; y que mucho más lejos queda, en consecuencia, lo que la
crítica extrae de ese texto: una milonga. En el punto tercero de esa sencilla
exposición hablaremos de “crítica y significado”.
Este
profesor de literatura española actual piensa que todo esto son piruetas
históricas que se complican,
adensan, enturbian, desarrollan, etc. detrás de las cuales está
sencillamente la actuación humana y sus ideas y creencias. La actividad
humana puede escapar al mecanicismo de la naturaleza y desarrollarse por
voluntad del hombre, que extiende de esa manera su propia condición, en tiempo
y espacio, que desarrolla las facultades humanas. Es así que inventó el arte y
es así que inventó la literatura con la mera calificación del resultado de cada
una de esas actuaciones, que además de no ser movimientos mecánicos de su
propia naturaleza, intentan ser una proyección de su propia individualidad a
través del lenguaje. En nuestro campo, se denominó como “literatura” ese tipo
de actuación verbal cuando se daban esas condiciones: el intento de expresar
algo de modo peculiar y único con la pericia de saber hacerlo a través del
lenguaje. Como veremos, esas condiciones no son capaces de diferenciar un
discurso literario de cualquier otro tipo de discurso –por eso no existe la literatura. Por otro lado el esquema de la creación pura de un
individuo capaz de así expresar lo que cree se basa en una creencia falsa: la
de la pureza del espíritu creador, incontaminado, que arranca las expresiones
desde un lugar que solo a él le pertenece, y la capacidad de convertir en
signos perceptibles (todo lo complejos que se quiera) lo que le ha habitado,
inquietado o impelido a actuar. Llevado a su extremo, esa creencia conduce al
esquema del genio creador que moldea de la nada la emoción. Sin embargo cada hombre actúa de
acuerdo con lo que ha ido almacenando a lo largo de su existencia, de lo que ha
ido recibiendo en su contexto social, en la formación social en la que le ha
tocado consumir su tiempo. Cada individuo genera intelectualmente de modo
distinto esa pulsión liberadora; y cada individuo utiliza los códigos de
expresión y creación de manera diversa, los que a su vez, realizados, produce
hechos u objetos que no son como un guante de sus intenciones y que, por si
fuera poco, inician un trayecto hacia el espectador y el público en donde
vuelven a erosionarse los llamados significados, valores, etc. Al cabo de este
proceso –que además hemos expuesto teóricamente, porque también necesitamos
reducirlo para su comunicación y comprensión común– tenemos la sensación de que
se nos ha esfumado cualquier tipo de posibilidad esencialista en la creación e
inmanentista en su resultado. ¿Y qué ha quedado? Ha quedado un esquema de
un proceso de las pautas de la
conducta humana.
Nos
volverá a parecer toda esta argumentación enseguida, cuando hablemos de las
“bondades” de la creación.
Claro
está que no existe la literatura, ni ninguno de sus subgéneros,
actividades, alharacas; pero sí existe una actividad verbal a la que así se
ha llamado históricamente y que ha jugado un papel extraordinariamente complejo
en las llamadas civilizaciones occidentales, y no solo por la creencia de
que hay “arte”, sino por el papel educador que, en consecuencia, se le ha
otorgado ancestralmente. Este menda lerenda, que es profesor desde hace decenas
de años, ha vivido de esa tarea: es una encomienda social a la que en ningún
momento he dicho que no, porque además permite enseñar a los llamados “alumnos”
lo que en estos párrafos va.
La última foto muy bonita, los árboles de hojas se ven seguidos por un árbol con hojas de agua, le ha salido muy bien.
ResponderEliminarSubraya "actuación humana, ideas y creencias", no señala sentimientos, desasosiegos, angustia vital, alegría, pereza, ... que son universales.
De acuerdo con el influjo del contexto social y la formación, pero ¿por qué hay cantos y poetas que transmiten siempre a todos y a lo largo de siglos, que emocionan fuera del contexto, la sociedad y su formación?, parece que hay algo más, no sé si será sensibilidad, genio, siempre existieron personas especiales, ¿qué tienen?
Gracias por sus comentarios, anónimo; espero que algunas de las cosas sobre las que duda –como yo– vayan comentadas, que no resueltas, en los tres apuntes que quedan.
ResponderEliminarEn algunos casos, ya se apunta: destilamos hacia lo que se llama "arte" lo que pensamos que es lo mejor, y ahí se deposita, por tanto, el resultado de ese esfuerzo y quizá parte de su valor.
Qué casualidad que tenga aquí sobre el escritorio lo que escribió Pombo acerca de lo que dice Gadamer en Verdad y método: "lo que realmente se experimenta en una obra de arte, aquello hacia lo que uno se polariza en ella es (por comparación con la artificiosidad o la habilidad artística con que está hecha) más bien en qué medida es verdadera, esto es, hasta qué punto uno conoce y reconoce en ella algo, y en este algo, a sí mismo". ¿Qué piensas acerca de la posibilidad, quizás ingenua, de que la obra de arte pueda alcanzar a decir algo de verdad acerca de aquello de que está hablando, o que pueda constituir una forma de conocimiento acerca de algo?
ResponderEliminarGracias por el comentario, hitchensalosaltares: en el último apunte vengo a decirlo: es un párrafo simple que termina en esta frase: "La obra es el resultado de un ejercicio de actuación humana, que no se produce porque vaya a alumbrar en otro lugar lo que el individuo es. Y la obra puede superar, una vez que ha cumplido lo que se suele llamar “puesta en discurso” y ha transitado hacia fuera del hacedor, puede superar el interés de quien la contempla por encima de la actuación del autor y de sus circunstancias históricas."
ResponderEliminarLos cuatro apuntes han borrado, para no enredarnos en erudición, fuentes, citas, referencias.... Gadamer estaría citado un par de veces (de hecho creo que se le cita en un caso).