Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

viernes, 17 de mayo de 2013

Oferta de capullos

Ando estos días leyendo y releyendo exámenes, vamos, escritos de quienes han sufrido algún trance académico con final que procuro que sea feliz, para lo cual necesito salvar escolios múltiples, muchos por mi males artes como profesor y otros por malformaciones básicas, una de las cuales suele ser la de no saber escoger el registro adecuado a las circunstancias de una expresión, oral o escrita. 


Y muchas veces tiro de diccionario, lo que no es malo, sobre todo cuando no me separo de él ahora que estoy terminando de leer la última novela del argentino Iosi Havilio (Paraísos, la recomiendo, hablaremos de ella), que de vez en cuando es una fiesta léxica, para la que me suele servir esa estupenda recopilación que mis buenos amigos Gabriela Pauer y Pedro Luis Barcia publicaron hace poco (Diccionario fraseológico del habla argentina. Frases, dichos y locuciones, Emecé, 2010), que de rebote utilizaré para una estancia académica en Buenos aires durante el mes de julio.... aunque no seré capaz de imitar la gracia expresiva de su entonación, y no incurriré en los pecados que Borges señaló a Américo Castro.


En la tarea de desenvolverme entre mi gente, muchos de ellos habituales de Lavapiés, esgrimo, como siempre, con poca fortuna mi animosidad léxica contra evento, obsoleto, oferta, temática, solapar, etc. que van invadiendo, con poco temor de la RAE y otras instituciones "obsoletas" todas las "temáticas" y apareciendo en todos los "eventos". También lo del final feliz, ut supra, empieza a plantear problemas. De Lavapiés yo sigo prefiriendo el viejo café Barbieri (el de los espejos), en donde hace poco, verbo y gracia, hube el encuentro con Gema, que acababa de volver de Buenos Aires –el mundo es un pañuelo– y afortunadamente se traía los mismos ojos que se llevó. También se trajo muchas de las cosas que me dice Havilio. Y en el Barbieri tuve en ocasión más reciente una "oferta" de corazones, con "evento" incluido, que lo convirtió definitivamente en santuario de Lavapiés, valga el oxímoron que se ha "solapado" con todo lo anterior.
Bueno; el caso es que cuando he ido a ofrecer ("ofertar") un escaparate de "capullos" de la rosaleda del Retiro, me he enredado en las acepciones resbaladizas de "capullo" y "oferta", algo así como le viene pasando a don Francisco –de Quevedo y Villegas– con el verso catorce de su famoso soneto (Cerrar podrá mis ojos....), cuyo "polvo enamorado" está en un tris de perder emoción.
Remansamos con la primera oferta de capullos:








"Oferta" en un buen diccionario actual –será gente competente la que elabora estos diccionarios, como el de la RAE– habría de definirse algo así como: Mira tú que lees y sabes cómo anda el mercado este mensaje, que lo que te estamos vendiendo aquí es una gollería y andamos necesitados de pasta, aunque el artículo o la venta en cuestión te interese un pepino. 
Con una segunda acepción que añadiera: Intento desesperado de un comerciante o agente de ventas para dar salida a algún producto a punto de caducar; a algún artículo que no se consiguió vender; o a alguna plaza o entrada para completar aforo.
"Capullo" por otro lado, pertenece a la más noble tradición del arte del insulto, según lo teorizó mi antiguo compañero granadino J. de D. Luque (et alii, habrá que renovar, la ed. orig. es del 97 y el insulto se renueva mucho), y tiene su qué de rancio y sabroso, por cuanto ese término de comparación reenvía a la belleza del muestrario con que va a acabar esta entrada, es decir, con algún armónico afectivo, como se deduce de la acepción cuarta de Seco (s.u.). 
Segunda oferta de capullos:



Que por mayo era por mayo, cuando no llega la calor y los tallos que estaban en flor han sido azotados por las lluvias. Y allí que me fui, de rosaledas, para ilustrar estas propuestas léxicas y seguir perdiendo la batalla de las palabras, que nunca nunca nunca hubiera debido comenzar, mejor callarse.
Mejor callarse porque la interpretación más coherente, recta y literal de una etiqueta como "oferta de capullos" es  –hasta un decano lo sabe– "muestrario casi gratuito de políticos y financieros que puedes conseguir para tus haceres, y te damos, si te los llevas, algún profesor –grande o pequeño– de universidad como regalo".
Y termino con la oferta:






1 comentario:

  1. jaja Pablo,la verdad que nada más leer el título de la entrada ya se me vinieron unos cuantos capullos (los del insulto) a la memoria. El primero fue el Gallardón,jajaja,será por la caña que tú siempre le metes y con razón?
    Pero capullas también hay...
    Preciosas las fotos de los capullos empezando a abrirse seguro que por el agua,vamos por la humedad! :)
    Bicos.

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