A veces me lo han preguntado, alumnos que quieren saber
itinerarios de investigación, personas que trabajan en sectores y campos
alejados. ¿Qué haces?
Las tareas en un centro documental o de investigación
depende sobremanera de lo que uno se traiga entre manos, de manera que en la
BNE cada lector, estudioso o investigador puede dirigirse hacia los fondos
musicales (sala Barbieri), artísticos (sala Goya), revistas (Hemeroteca),
información documental, etc. La gran sala general es la de consulta y lectura
para todo lo que no está compartimentado y especialmente cuidado por su
especificidad y por su valía.
Las más de las veces nuestro centro de interés –el mío y el
de quienes trabajan conmigo– se encuentra en la sala Cervantes, algo así como
la Capilla Sixtina de la literatura y la historia de España, en donde se
conserva variedad de materiales relacionados con las dos cosas que acabo de
señalar, siempre que se tenga en cuenta que en humanidades no existen fronteras
exactas ni suelen ser válidos los criterios e índices cuantificadores,
afortunadamente: es un campo mucho más abierto y libre para la actividad humana
que el de las ciencias.
Entrada al AHN, en e CSIC de Madrid |
Dormer, Índice de su biblioteca |
De entre todos los materiales que allí se conservan, la
mayor cantidad se clasifican como manuscritos o impresos, en los que es una de
las mayores bibliotecas del mundo. Los impresos que se pueden consultar en esa
sala están catalogados como R + número, en donde R quiere decir “raro”; hay
otros indicadores importantes que no hace falta señalar ahora (“U”, que
proceden de la colección “Usoz”; VE, “varios especiales”, etc.)
A los manuscritos se les asigna un número correlativo (que
debe andar por el 25.000) y que remite o bien a una unidad, o a una caja con
varios, por lo normal. Consultando los catálogos o el inventario se busca en
ese mar y se llega a encontrar lo que se sabe o lo que se sospecha que allí
existe. Lo que se sospecha que allí existe porque los manuscritos son
ejemplares únicos –por definición–, frente a los impresos, de los que puede
haber varios ejemplares, en lugares y bibliotecas distintas. De manera que si
uno quiere consultar, leer, trabajar sobre el manuscrito del Aleph de Borges, sobre los dibujos de
Leonardo de Vinci, sobre las cartas que escribió Quevedo el año de su muerte,
sobre los poemas finales de Antonio Machado (en Rocafort), sobre cualquier
episodio nacional de Galdós, etc. tiene que acudir a la BNE, sala Cervantes, o
hacerse con una edición facsímil; desde hace unos años también puede consultar
el texto o documento digitalizado, en la red, con dos variantes: se consulta
solo en el centro en donde se encuentra (“intranet”; lo que pasa en muchos
centros y bibliotecas, por ejemplo en la Biblioteca Zabálburu, en el Instituto
Valencia de don Juan, en la Real Academia de la Historia.... y en la mayoría de
centros documentales extranjeros) o se puede consultar también desde casa, lo
que ocurre en bibliotecas y centros maravillosos que están disponiendo en
abierto lo que atesoran, porque “la cultura más vale cuento más se reparte, al
contrario del dinero” (Antonio Machado). Ese es el caso de la Biblioteca
Nacional de España –y de otras, como la biblioteca histórica de la Universidad
Complutense, que han puesto a disposición de quien lo necesite su riquísimo
fondo de periódicos y revistas (¡desde el siglo XVIII!) y están haciendo lo
propio con lo más selecto de sus fondos manuscritos e impresos.
Trabajamos nosotros fundamentalmente en la sala Cervantes y
con manuscritos, en principio de todas las épocas. Cada investigador trabaja
uno o varios campos, los de su interés. Allí se encuentra uno a quien está
estudiando el léxico del siglo XVIII, la historia de España en la Edad Media,
el teatro clásico, el universo de las tonadillas, la historia del País Vasco,
la esclavitud en Inglaterra durante el siglo XVIII, la repoblación de Cuba con
chinos y filipinos a mediados del s. XIX, el descubrimiento de América....
Veinticinco mil manuscritos dan para mucho, y no están, obviamente, todos
leídos e investigados. En estos momentos se está alcanzando a inventariar –y a
veces catalogar– todos o casi todos, tarea a la que me cabe el honor de haber
contribuido con ayuda de un grupo de alumnos e investigadores que se formaron
en mis clases y seminarios.
La biblioteca de Dormer |
Después de cumplir los ritos y ceremonias propios de este
centro (entrada restringida sin determinados objetos, registro de libros y
papeles, solicitud de puesto de trabajo, etc.), el investigador, que anda
haciendo barridos por una serie de los manuscritos numerados entre el 9000 y el
11000, solicita tres ejemplares que sospecha que le van a interesar (a través
de inventario), porque en un proceso de
catalogación anterior –publicado en 7 vols. por la editorial
Arco-libros–– un investigador poco experto vació esa serie mal y se dejó cosas
en el tintero. Y en efecto a la primera petición –la BNE sirve con una rapidez
que no lo hace ninguna gran biblioteca del mundo, en 15 minutos– me llega un
precioso volumen con encuadernación renacentista muy dañada, en piel, hierros y
oro, que contiene un enorme poema en octavas reales, fácilmente identificable
como del siglo XVI, y que no está en nuestro catálogo, cuyo título reza Manuscritos... con poesía de los siglos
xvi-xvii. Identifico y catalogo el manuscrito –según normas que hemos
elaborado y publicado, deshago el entuerto y, con ayuda de Tibi, que esa tarde
va a trabajar también en la sala, comprobamos que es un manuscrito conocido y
utilizado por los expertos en novelas de caballerías (Centro Cervantes, José
Manuel Lucía, etc.): es de Martín Caro del Rincón, "El Satreyano".
De los tres que me han traído, sin embargo, uno ha venido
equivocado –se leyó 6 en vez de 5– y me sorprende encontrarme con un precioso
texto de escritura gótica, claramente del siglo XV, a dos columnas. Lo
identifico como un Invencionario de Alfonso
de Toledo y corroboro la equivocación numérica.
Vocabulario tagalo-español |
Los otros dos manuscritos me traen: el inventario de la
biblioteca de Dormer, de finales del siglo XVII, que recorro pacientemente,
engolosinado, para ver lo que contenía (doy la ilustración de la página de
Quevedo) y lo que no contenía. Por ejemplo de Diego Hurtado de Mendoza, solo la
Guerra de Granada; tres o cuatro
cosas de Lope, un Quijote –solo– de Cervantes, casi nada de teatro.... Dormer
es erudito esencial para entrar en el universo de Zurita, la Inquisición, la formación
de los centros archivísticos (Simancas), la historia de España. Al fondo colea
el tema del Lazarillo, de lo que no
va a ser cuestión ahora.
Alfonso de Toledo, "Invencionario" |
En el recorrido por inventarios, fichas y repertorios,
recogiendo estoy así mismo manuscritos orientales, fundamentalmente chinos,
aunque vienen muchas veces acompañados
de manuscritos japoneses, filipinos, etc. En este caso la inspección directa
era de un copiosísimo vocabulario tagalo-español, que está escrito en papel de
arroz y restaurado, por cierto. Anoto lo esencial para consultar –lo tengo en
casa– el reciente tocho de Antonio
Quiles sobre la lengua en Filipinas (Madrid: CSIC), que sin duda lo habrá
recogido y considerado y que al ser muy reciente, me dará las referencias oportunas.
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