En plena ebullición de noticias políticas, que esta vez han conseguido trascender a las esferas de la clase dominante, me he fijado en el curioso resultado lingüístico de la confrontación, que también lo ha tenido y lo seguirá teniendo. Es casi un lugar común subrayar que el lenguaje de los políticos anda prefabricado con unos cuantos mimbres harto simples:
1) el político no suele contestar a lo que se le pregunta, sino tan solo a lo que le interesa o lo que tiene en esos momentos en su cabeza, para lo que suele servir o de un rodeo o de su propia desfachatez.
2) es bastante fácil adivinar lo que va a decir o lo que va a responder, pues transita siempre por la descalificación de los contrarios (o de los otros) y por los métodos de la negación de la verdad, que a su vez tiene ramificaciones obvias: los otros han dicho una verdad parcial, en realidad la parte de la verdad nos pertenece, etc.
3) en su perorata se incluye siempre un canto a las propias virtudes y bondades, que casi siempre se sitúan en un pasado remoto o en un futuro vencedor. La manifestación más ridícula de esta perorata tiene su correlato en el escenario de la actuación: se aplauden a sí mismos y se aplauden mientras hablan, antes y después. Puede haber coros, banderas y canciones. Es notable que ni Podemos ni otras formaciones renovadas se han conseguido liberar de estas representaciones.
4) tratan a los otros (los rivales) como alejados, indefinidos, anónimos... con frecuencia nos hurtan sus nombres y hasta se hacen los olvidadizos. Solo en el caso de que ya sea inevitable (como en el caso de tener que citar a Citadins en Andalucía) se buscan fórmulas cercanas degradantes. El portavoz del PP solía ser todo un maestro en emplear fórmulas groseras.
Existe una decena más de propiedades de este lenguaje, pero podrían subsumirse en las ya referidas. Me gustaría, por el contrario, pasar a lo que ha ocurrido, en este terreno, durante la campaña de elecciones que acaba de terminar.
Pues resulta que al menos una de las candidatas que ha aparecido en escena –me refiero a Manuel Carmena, pero creo que es marca de fábrica, ya lo veremos– NO UTILIZABA ESE LENGUAJE, y primero, contestaba directamente lo que se le preguntaba, no degradaba al interlocutor, le citaba y nombraba, admitía que lo que decía podía ser cierto (¡y hasta lo asumía!)..... etc.
Su diálogo con Esperanza Aguirre en el canal autonómico es todo un modelo de confrontación de registros lingüísticos, hasta el punto de que había momentos en los que el espectador se quedaba anonadado por lo que estaba ocurriendo. Esperanza Aguirre afilaba sus cuchillos de lenguaje político y le preguntaba a su interlocutora sobre Eta y cosas así, en tanto que MC quería tener una conversación "normal" y que todo el mundo lo entendiera y no sabía muy bien a cuento de qué su interlocutora andaba por aquellas nubes verbales. En entrevistas posteriores he escuchado cómo MC ¡alababa propuestas de la candidata de Ciudadanos! O le pedía a EA que no desviara políticamente la conversación hacia el montón de acusaciones falsas. O señalaba cosas tan normales como que no hacía falta derrochar dinero, esconder la verdad, acusar a los otros constantemente, etc. EC se alineaba sencillamente con lo que el español medio ha venido pensando desde hace mucho sobre la conducta de los políticos.
Siempre me ha llamado la atención –y en su día hasta lo publiqué– que la policía despeje el camino cuando viaja un político en coche y que despliegue su poder en los lugares donde concurren y cosas así. ¿Por qué no se hace, mucho muy más mejor, cuando pasa un maestro, un enfermero, un bombero, el electricista del barrio o el emigrante que pide limosna a la entrada del súper? A los consejeros y senadores les regalan cuando empiezan su labor una cartera de piel, un teléfono maravilloso, tarjetas.... Yo no haría esos regalos, pero si han de hacerse, por favor, a las enfermeras en los hospitales, a los profesores de centros en barrios urbanos, a los empleados de los bares que echan doce horas diarias, a los conductores de autobuses, a los taxistas, a los emigrantes que trabajan como peones en obras públicas.
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ResponderEliminarEsperemos que baje algo el nivel de la.... mierda.
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