Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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miércoles, 27 de mayo de 2015

Progresismo, izquierdas, concesión....

Por su propia naturaleza la persona que ideológicamente puede ser definida como "progresista", "de izquierdas", incluso "socialista" (es término muy viciado por su contagio con los partidos que lo usan) tiende al aislamiento, la crítica, el matiz, tiende a asentar crítica y reflexivamente su modo de ser y de pensar, hasta el punto de que –por su propia honestidad– le cuesta trabajo armonizar constante o plenamente con los que son de su cuerda. Y eso, que es su virtud, es su problema cuando se trata de asociarse, formar grupo, conjugar; cuántas veces este tipo de personas, consecuentemente, se aíslan dentro de unas fronteras a las que han llegado reflexivamente, de las que están convencidos, aunque puedan moverse aquí y allá, ligeramente.
La única salvación posible a este horizonte de aislamiento estriba en la concesión, es decir, en autoconvencerse que solo renunciando a parte de nuestro territorio intelectual o sentimental alcanzaremos la solidaridad, el socialismo (el auténtico, no el de los partidos). Y el caso es que ese germen forma parte de la formación y conducta de los llamados "progresistas", porque si no, dejarían de serlo: la capacidad de retroceder, rectificar, repensar, particularmente cuando acuden a la lectura, el diálogo o la reflexión con circunstancias y elementos nuevos. 
Estoy diciendo, pero entrando desde otra perspectiva, que no sería "progresista", "de izquierdas", etc. aquel cuya ideología pétrea no aceptara como principio el diálogo con los demás. Y no un diálogo vacío, desde luego, sino el que trasmite ideas y sugerencias y puede modificar nuestro modo de pensar.
A cuento viene todo esto, está claro, de las nuevas expectativas y de la nueva situación creada en España a raíz de las recientes elecciones. Ya se ve, por la reacción de las bancadas del PP en el Parlamento, que es atributo de la derecha más rancia el empecinamiento, normalmente adornado del desprecio hacia los demás; como lo es en muchos casos –el de Esperanza Aguirre es cristalino– la impermeabilidad frente a lo que ocurre: por lo visto de nada le ha servido hablar con su oponente a alcaldesa: o  no se ha creído nada de lo que le dijo (sencillamente: "vamos a mejorar y a hacer las cosas bien para que más gente sea más feliz") o le ha entrado por un oído y le ha salido por otro. No siempre es así. Me ha parecido noble y discreta la actitud, por ejemplo, de Fabra, el presidente de la Generalitad valenciana, que no ha podido limpiar Valencia de ladrones –parece ser que lo ha intentado– y que, sin demasiados aspavientos, ha resuelto llamar a gente joven y hacer mutis. ¡Ojalá fuera así toda la derecha! Pero a lo que íbamos: no es una actitud "progresista" la de quien, ahora y en lo que va a venir, se cierra en banda y no admite el juego ideológico de la gente, que se mueve en mil direcciones y que no se puede encerrar en constricciones, aunque sean las de la izquierda de toda la vida. 
A ver.

2 comentarios:

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  2. Hola Pablo. Está curiosamente demostrado por estudios psicosociales que la gente tildable de izquierdas (que votan alternativas así tildables) convive mejor con los conflictos unterpersonales (les atraen, los buscan, tratan de hacerles frente -no siempre bien, es obvio-) que la gente de derechas... Curioso de verdad, pero cierto; siento no poder adjuntar la referencia, que -lo juro- existe. Esperanza Aguirre, también curioso, es excepcional en esto; quizá por eso apasione a sus amantes, que se están modernizando mucho. Abrazos

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