I
cabañas y pinares de Segovia
cielo azul que se afila en la meseta
y una línea quebrada al horizonte
con las cumbres nevadas de la sierra
el viajero por fin lee el periódico
despacio, casi todo lo que cuenta:
gabilondo, que engaña, como siempre;
y Luis, descolocado, no se encuentra;
lo del pp no me interesa mucho,
ya me sé de memoria lo que piensan;
la gente va a votar de forma extraña,
lo dijo Sácristán: “¡qué país de mierda¡”
Tantos campos cuajados de amapolas.
A mí lo que me da es mucha pena.
II
En el tren que bordea Portugal
primavera me lleva de la mano,
los cristales enmarcan los paisajes,
los pueblos se suceden y los campos;
del verde va brotando el amarillo,
el trigo todavía no ha espigado,
a veces viene aroma de tomillo,
a veces el recuerdo o el cansancio;
Medina tiene un aire muy antiguo,
el duero enseña huertos bien regados,
Zamora se encarama si la miro,
en Sanabria la magia de su lago...
Muy pronto llegaremos a Galicia.
Horizonte de mar. Final cercano.
III
El tren de Orense va como una bala,
a su izquierda le está siguiendo el Miño
en un túnel cercano le abandona
y se dirige luego a Carballiño.
Ha cambiado la gente y el paisaje:
Lea, Lalín, Silleda... caseríos;
la jara ahora son tojos y brezales,
entre bosques de robles y de pinos.
Los avisos del tren, en varias lenguas,
mientras yo abro mi IPad y estudio chino;
de vez en cuando fresnos y castaños,
prados, viñedos, montes de eucaliptos.
Estamos en Galicia, huele a hierba;
el color de la tierra se ha perdido.
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