Hangzhou es probablemente una de las más bellas ciudades del mundo, al menos del que yo conozco. Es una ciudad moderna en su mayor parte, cuya población –lo de las poblaciones en China es difícil de definir– sobrepasa los ocho millones. Cuando llegaba, en tren, el juego de autopistas iluminadas que trazaba círculos aéreos en la noche alcanzaba alturas desorbitadas (¿ocho o nueve autopistas que se juntaban y cruzaban?) y los rascacielos aparecían por todos lados. Pero tiene Hangzhou algo que el desarrollo moderno de China no ha podido dejar en el recuerdo de la historia, como ha pasado con otras muchas cosas: el espacio natural, que se define por un hermoso y enorme lago (el lago del oeste), que la ciudad rodea por todos lados y que se ha mantenido, obviamente, como tal y se ha cuidado hasta el primor, convertido en paseos, arboledas, jardines, rincones... a donde no se llega más que a pie, a veces en bici y, para gente que no pueda realizar esos paseos, en los pequeños coches eléctricos que dan una vuelta por alguno de los innumerables recorridos, en los que reina sobre todo el sauce, bien acompañado de arces, pinos, cedros, plátanos.... No es un botánico. En realidad es el sauce –de los que hay ejemplares viejísimo, ya lo mostraré– el que da sabor a al paisaje, y son los campos de lotos (nenúfares, entre nosotros) los que caracterizan muchos lugares del lago.
Campo de lotos sobre el lago |
Y el lago de Hangzhou también tiene islas y puentes, o caminos volados sobre el agua. Es fácil ir a alguna de ellas, a la más grande van las barcazas, que dejan a los pasajeros allí y luego vuelven en la que mejor les parece, a la hora que quieren. También es muy fácil –y muy barato, por cierto– alquilar una barca para entrar en el lago: las hay de dos o tres pasajeros, pero también conducidas por barqueros, que aceptan hasta seis u ocho pasajeros. El viajero hizo el trayecto de la isla y alquiló una barca con sombrilla. Eran además días de calor, que con la humedad, desarrollaba tormentas al anochecer, cuando la gente se agolpa en la costa para ver los múltiples juegos de sonido, agua y luz que se celebran, el más conocido, el que todas las noches exhibe las creaciones del responsable hace unos años de la inauguración de los juegos olímpicos. Al comienzo sonaba música tradicional china, pero luego sonó también música de rock. Lo de la música en China habría de ser tema aparte: en las excelentes cafeterías de Qingdao he tomado buen café escuchando en español el "Cachito, cachito, cachito mío...." (primer corte), y luego el "Bésame, bésame mucho...." (segundo corte), etc.
Hangzhou está enraizado en la historia de China; de hecho el paseante se encuentra a cada paso con alguna placa que recuerda el "aquí estuvo", que a veces se remonta a la Edad Media. Muy conocida es la ciudad y su lago del oeste también por haber inspirado a escritores, sobre todo a poetas, de los que se leen también, de vez en cuando, versos o se dicen recuerdos o se señalan las escenas que produjeron la inspiración. Apenas me me he asomado a todo ello, me resulta muy difícil todavía; pero ya he pedido ayuda a un excelente poeta, que en China anduvo y Hangzhou le entro en las telas del corazón: tuvo tiempo, creo, de adentrarse en esa hermosa y difícil lengua (¿estarán unidas ambas cosas?). No digo su nombre, porque no le he pedido autorización para hacerlo.
Un lugar para
ser sencillamente
donde vivir no
da mucha pereza
como los lotos
cuando se hacen viejos
que con dulzura
su esplendor doblegan
y en el agua
sus hojas mansamente
doradas por el
sol gastadas dejan
en campo extraño
de despojos verdes
que el agua
cubre cuando invierno llega
las barcas
llevan lentitud de tarde
y en tanto se
deslizan nada suena
la luz de bruma
que lo inunda todo
pronto será
oscuridad de niebla
me quedaré
hasta que la noche llegue
eso es al fin y
al cabo lo que queda
Si un o se sale de los alrededores del lago, se encuentra con una ciudad moderna, muy viva, como casi todas las que he visto en China, invadida por todas las grandes marcas de todo el mundo y en estado de crecimiento permanente. También es el lugar preferido para muchas vacaciones de chinos pudientes: pudientes, porque es ciudad cara en comparación con otras. Tiene al parece una buena universidad, a la que yo no he podido acceder, y uno de los índices más altos de coches de lujo por habitante, casi todo de ferrari y audi 8 para arriba.
El viajero llegaba en tren, desde el norte, en un recorrido "corto", me dijeron, pero que era de 1200 kms. que aquel tren devoró en seis horas, casi siempre por encima de los 300 kms. hora, con bastantes paradas.
La breve viñeta sobre Hangzhou no quedaría completa si no añadiera que mantiene zonas y lugares modernas de una calidad excepcional que ya quisiéramos en los lugares más cualificados de Europa (aeropuerto, edificios públicos, zonas urbanas, urbanizaciones...), desde luego que al lado de zonas más deterioradas y antiguas. Lo ejemplificaré, en otro momento, con su aeropuerto.
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