Acabo de colgar una entradilla en mi facebook, sobre cosas del olvido y la memoria, y en ella incluía unos cuantos versos, un soneto, como siempre, porque es la fórmula normalmente difícil que utilizo como dique para la facilidad. Lo voy a copiar enseguida,en esta entrada, que traerá a colación una tienda muy peculiar para olores y sabores en la que me entretuve en una calle de Gulangyu (China). Los chinos unifican las lenguas europeas con el inglés; la elegancia dulce con el francés; etc. Al español refieren alguna interrogación, el fútbol y una serie de tópicos.
[ME GUSTA ESTA MANERA DE SER NADA]
Ya no recuerdo lo que no recuerdo
y es así que me invento los olvidos
me parece mi amor que nunca al lado
me parece mi amor que nunca has sido
después de haber pasado por aquí
remilgado y azul y embellecido
todo lo que soñé probablemente
probablemente lo que no he vivido
me gusta esta manera de ser nada
al fin quedarme de lo sucedido
el horizonte sin disturbios raros
el gesto en paz el tiempo suspendido
yo no era así la gente me ha enseñado
la distancia y el silencio he aprendido
Probé casi todas, me las dieron a probar; compré cinco distintas para compartirlas en Madrid y para que, por el momento, sustituyeran la irremediable pérdida del buen café mañanero. Y me regalaron otra.
Hoy, como homenaje a aquel lugar, e indirectamente a las magdalenas de Proust, traigo todo a esta ventana de recuerdos. Y no quito la fregona que aparece en la foto final, porque es un rasgo muy chino, la de la aparición de un elemento doméstico en medio de un intento (o un logro) de elegancia y de belleza.
Nunca como ahora me habían conmovido tanto las gentes de China, porque todo empieza por la gente, sin ella no prende nada ("mi corazón está donde ha nacido no a la vida, al amor....", sigo citando al mismo poeta). Por desgracia y como siempre luego llega el despredimiento, por mi condición y por otras circunstancias.
Queda la magdalena y la infusión que me voy a tomar cada noche.
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