Así
arranca la famosa canción V de Garcilaso, tantas veces leída, explicada,
admirada, la que además dio nombre a una variedad estrófica de carácter
artístico y larga historia, cuyos antecedentes napolitanos también se han estudiado;
recogidos fueron por Herrera en sus comentarios, texto que –por cierto– es el
que cito.
Leemos
en voz alta estos días la canción como iniciación a la poesía clásica española,
y ya de la mera lectura se sabe de la amplitud y apertura de la expresión
garcilasiana, que sin demasiado esfuerzo puede alargar su periodo inicial más
allá de la sexta estrofa, con enlaces, ampliaciones, enumeraciones, etc. que
convierten la canción en una proyección abierta, sintáctica, casi sin
límites; es decir, en una exhibición del
buen hacer de Garcilaso, es verdad, pero también de la modelación de la lengua
que se doblega y adapta a las necesidades expresivas del poeta. Tal
maleabilidad ha de conjugarse con un buen sonar, que para empezar tiene que
encontrar una consonancia estrecha que une, según esquema escolar, 1ª y 3ª y
2ª, 4ª y 5ª. El trabajo de orfebrería
musical se ha de asentar, además, sobre un nuevo ritmo, que la banalización de
la métrica se contenta con atribuir al endecasílabo, pero que entonces había de
lograr una melodía muy peculiar (la de 2/3-6/8-10), enfrentada al sonsonete de
las coplas de arte mayor.
No
hace falta que se repita que Garcilaso es el primero que logra esta melodía de
modo casi sistemático en su relativamente breve obra; lo que habría que añadir
es que además construye todo un repertorio de efectos y posibilidades
expresivas derivadas, precisamente, de las nuevas modalidades poéticas. Ni hace
falta ir muy lejos para observarlo, el encabalgamiento que deja a “momento”
suspenso un momento antes de ir al verbo del verso siguiente; la dispersión del verso final de esa primera estrofa “y la furia del mar i el movimiento”, en
donde los dos términos copulados (“la furia y el movimiento”) se dispersan por
la interposicción “del mar”, y así lograr la rima, por supuesto. Este modo de
enlazar o dispersar con suma libertad los elementos de la frase es uno de los
signo del nuevo lenguaje poético mejor manejados por Garcilaso, con el latín al
fondo. De vez en cuando, algún latinismo (”a muerte convertido”, de “cum
venire”).
A lo
largo de la lira Garcilaso mueve otras muchas veces los versos para acomodar la
rima, lograr el ritmo o sencillamente dispersar la expresión, con imagen
impresionista: “de polvo i sangre i de
sudor teñido”, hasta lograr efectos sorprendentes que nos explican, quizá,
por qué a sus contemporáneos les parecía tan oscuro poeta: ...por quien los alemanes / el fiero cuello
atados, / i los franceses van domesticados, en donde además acude a un
acusativo griego (“el fiero cuello atados”, ya lo comentó Herrera). A lo largo de la lira: que
ponçoñosa fiera / nunca fue aborrecida / tanto, como yo dél, ni tan temida....// Hágate temerosa / el caso de Anaxárete i cobarde...// la sangre su figura / iva desconociendo i su
natura....
No es el momento de proseguir con este tipo de referencias –harto conocidas–, que proporcionan en una primera lectura limpia casi todo el arsenal de la poesía clásica española; y no lo es sobre todo porque quería limitarme a subrayar el entramado métrico, eso sí, que no quedase como mero análisis objetual –que es en lo que se suelen quedar los que no consiguen averiguar en qué consiste eso de la inextricable unión de forma y fondo.
La
poesía de Garcilaso suena solo de dos o tres maneras muy sencillas, es una
melodía nueva sin muchas complicaciones por ahora. Se asienta sobre dos ritmos
artísticos que, al conjugarse, forman un nuevo ritmo: el de los heptasílabos y
el de los endecasílabos, sin llegar a explotar más que una variedad fundamental
(la de ritmo par, sea heroico –2.6.10– sea sáfico –4.6/8.10), que a veces
dialoga, rompe o varía con la del melódico (3.6.10). Como bien se sabe, el heptasíablo (con su
obligado ritmo marcando la 6ª) juega y conjuga armónicamente con el
endecasílabo. En épocas tempranas –y es época muy temprana para el
endecasílabo– ni se explotan otras muchas variedades ni se experimenta la
sensación de expresión gastada, antes al contrario, parece que se pretende el
logro y la pureza de la nueva melodía.
El
lenguaje artístico –la prosodia– de Garcilaso concede bastantes cosas al ritmo
del endecasílabo y acarrea otras que reflejan el momento histórico de la lengua.
7 No
pienses que cantado (2.6)
11 seria
de mi, hermosa flor de Nido...
(2.4.6.8)
En
donde hace falta silabear “se-ria” y aspirar la h- de hermosa (y a lo largo de todo el poema) para que no se produzca la
sinalefa. Compárese con estos versos,
que arrrancan de un enfático y vuelven a leer “seria” un par de veces (y lo
marcan con la crema, por cierto):
“fuerça de tu beldad serïa cantada (1.6.8)
i alguna vez con ella
también serïa notada
el aspereza, de que estás armada....
El
otro efecto métrico que quisiera señalar es el de la exentidad fonética de
“alma” –palabra clave en la poética del s. XVI–, a la que repugnan las sinalefas,
como en este sáfico
y assí su alma con su mármol arde (4.8)
Si
se salvan esos pequeños escolios, la lira ofrece un ritmo casi limpio y simple
basado en ritmos pares, con el contrapunto de algunos melódicos, en contraste
con la repetición de “áspero” y toda su famila léxica para definir
negativamente: “ásperas montañas”, “el
aspereza de que estás armada”, “el
áspero cavallo”, etc. “Dulce” es, por cierto, una de las palabras preferidas
por Garcilaso para calificar positivamente. Sobre la paleta de los
calificativos habría que abrir capítulo aparte.
He
aquí los pocos contrastes a melódico en el ritmo de los endecasílabos, sobre lo
que diremos algo enseguida:
i la furia del mar i el movimiento (final de estrofa 1ª)
en la concha de Venus amarrado (final de
estrofa sétima)
ni con vivas espuelas ya la aflige (final de estrofa 8ª)
no rebuelve la espada presurossa
en lugar de la citara sonante
en piedad amorosa el aspereza
Seis
melódicos sobe un total de treinta, los tres primeros para cambiar el ritmo de
una estrofa; posible casualidad de un versificador cuidadoso.
Modalidades
menores –inventariadas, por así decirlo, más tarde– aparecen el del vacío
con que desenlazó de la cadena (6)
del
enfático, más frecuente desde los comienzos:
obras i hermosura a los poëtas
Es
posible que haya que ejecutar como melódicos estos dos:
como te sucedió mayor dureza!
iva desconociendo i su natura
Como
se ve, ritmos nuevos harto sencillos, casi puros, sobre los que poco a poco
todos los poetas que se aprendieron de memoria a Garcilaso empezaron a
enriquecer e innovar. Pero Garcilaso quedó como el primer clásico, el primer
impresionista, que construyó un universo ideal, platónico (“fieras alimañas,
“Marte airado”, etc.) y logró que la naturaleza se fundiese con sus
sentimientos (“los árboles moviese”), echando mano de la hipérbole.
Creo
que es suficiente para empezar a leer esta lira de Garcilaso.
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