No sé muy bien a dónde nos va a llevar la oleada de corrupción que se ha convertido en el pan nuestro de cada día; es posible que siempre haya existido, es probable, pero amasada, por un lado, con el impresionante desarrollo de los medios de comunicación y, por otro, con el envío a la degradación de millones de personas, por ejemplo con el paro, los despidos y los "ajustes", produce una situación nueva en la que no sé si es piadoso encontrar elementos positivos. Uno hay, aletargado, que de vez en cuando asoma con fuerza: reaparece, en efecto, al fondo el viejo tema de "la lucha de clases", sobrevuela incluso por encima de artificios ideológicos, como los intentos nacionalistas que tratan de saltárselos a la torera; los expedientes siempre anuladores de la "religión", que llevan a esferas irracionales lo que se pretenda entender; y desde luego por encima de las razones "de ingeniería económica" con que la clase política intenta argüir por qué todo está como está, desastrosamente.
Una enorme corriente de indignación, de solidaridad con los que sufren; una toma de postura firme ante las mentiras de todo lo que huela a oficial ("noticias, periódicos, TV, declaraciones....") Y la contemplación del circo político, en el que va a ser difícil distinguir entre unos y otros: el espectador les contempla como marionetas.
Ojalá en el camino hacia la revolución no haya salvadores.
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