Hoy
he tenido que solicitar en la sala Cervantes de la BNE el manuscrito numero uno
del registro: no habido ni curiosidad ni frivolidad, buscaba uno de los
numerosos planos y mapas de Sicilia –por cuestiones quevedianas–. Como suelo
hacer otras veces, he consultado el Catálogo.
Nada puede suplir, sin embargo, la consulta de un original, y menos en este
caso, un inmenso códice cuyas dos primeras hojas desplegables ocupaban, sin
exagerar, cuatro pupitres de la sala Cervantes y cuyo facsímil –que avisa es
una redución ón a escala
del 21%– contiene el Atlante di Citta ‘ e Fortezze del Regno di
Sicilia, de 1640, hecho por Francesco Negro y Carlo María Ventimiglia, del
que existe una edición facsimilar a cargo de Nicola Aricó (Messina: Sicania,
1992, ms. facs. 763), de la que se encontrarán decenas de copias en venta:
proceden todas de esta maravilla que es el manuscrito 1 de la BNE, del que no
existe todavía digitalización on line,
me dice la facultativa, pero que podrá haberla pronto: lo que sí existe es una
colección de diapositivas en color.
Sicilia
fue muy mimada –sobre todo en el siglo XVII– por cartógrafos e historiadores,
en otro lugar lo he recogido; antes de llegar al 100 la BNE nos ofrece otras
dos descripciones de Sicilia. Quizá el otro tesoro sobre la Sicilia antigua sea
el Teatro geográfico Antiguo y Moderno
del Reyno de Sicilia (1686) que ha de conservarse en el Ministerio de
Asuntos Exteriores (en Madrid).
Y he
llegado, he llegado hasta el ms. 287, un manuscrito muy representativo
de la época, al que dedicaré un breve post,
del que se arrancaron los Sueños de
Quevedo.
Este
primer centenar de registros se abre con algunos ejemplares que pertenecieron a
la Biblioteca Real, como es lógico, y sobre todo a la biblioteca de Felipe V
(los ejemplares más valiosos, aunque no siempre por su contenido). Es lógico
que entre ellos se encuentre la correspondencia entre Sor María de Jesús (de Agreda)
y Felipe IV (ms. 71); muchas biblias –hay una “hebraica”, del s. XIV (ms. 79,
procede de la catedral de Toledo, lo mismo que unas obras de San Ambrosio, del
cabildo toledano, ms. 12-13; otras de San Gregorio Mgno, etc.); bastantes
recopilaciones devotas o religiosas, santos padres (San Ambrosio, San Jerónimo,
San Juan Crisóstomo, San Gregorio Magno....; comentarios a lo salmos, glosas
evangélicas, causas de confesión, etc.), epístolas paulinas, y otros clásicos de la vieja tradición
cultural, como Alphonso de Madrigal, Beda, Juan Casiano, Francesch Eximeniç
(tres códices distintos), Juan Gerson.... A veces con sabor algo más civil: el Doctrinal de caballeros de Alfonso de
Santa María se encuaderna junto a los Trabajos
de Hércules, del Marqués de Villena (ms. 27, del s. XV). Allí también las Partidas de Alfonso X (ms. 22, que
procede del monasterio de Santo Tomás, de Ávila), los Ordenamientos de Cortes y
otros valiosos códices sobre la historia de España, como el de Scriptores antique hispaniae (ms 51)....
El orden no es, sin embargo, rigurosamente el de las procedencias, de hecho la biblia sacra que lleva el 2 procede de
San Juan de la Peña, en tanto que hay otras cinco al menos que proceden de la
biblioteca del Duque de Uceda, las más traídas de Italia, por cierto, de
Mesina, cuya catedral vació el duque cuando se volvió a España.
Hasta
el ms. 76 no se abre abre un nuevo
tiempo, pues es una adquisición de 1880 que contiene un croquis del curso de las aguas del río Tajo desde Aranjuez hasta
Portugal, hecho por el arquitecto Agustín Marco Artu en 1828. Luego se
diversifica y a partir del 268 es fácil encontrar manuscritos facticios y
noticieros, uno de ellos el 287 será objeto de atención peculiar.
Quiero
dar noticia y recabar ayuda para los seis códices que aparecen ocupando el
registro 81-86, también de la colección de Uceda, Botanices viridiarum sempre prondens praecipuis plantis...., de
Areola. Es imposible verla originalmente, desde luego –y así se debe custodiar–, pues guarda las plantas originales disecadas, desde hace cuatrocientos años. Ofrezco dos siluetas, dos sombras, también muy
bellas, por cierto. No he encontrado otras referencias, ni en las fichas de la
propia BNE, ni en las búsquedas de un extraño autor (“Areola”), ni en los potentes buscadores en línea, etc.
Si
alguien me puede ayudar....
Se me ocurre que posiblemente "Areola" no sea el autor, sino que denomine alguna característica del libro. Puede que debamos interpretarlo mediante su acepción latina: jardín pequeño o de cultivo, puesto que, aunque actualmente la areola es un término botánico, este está relacionado con los cactus, por lo que no creo que fuera usado en la época, aunque no debe descartarse ya que puede que haya tenido un uso anterior.
ResponderEliminarDe todas formas, ¿qué es lo que te está causando problemas? ¿La noticia bibliográfica, la identificación de las flores, la autoría, la datación...?
Un saludo y espero poder ayudar.
Javier, problemas me causa el no poder aclarar debidamente todo el trayecto: ¿Qué botánica es esa, del siglo XVII?, ¿historia y demás del códice? (procede de Uceda, pero la monografía de Margarita Martín de Uceda es solo de impresos), ¿qué hay en ella?.... hasta llegar a la identificación de unas cuantas plantas y flores, que es por donde comenzó la búsqueda, intentando identificar "hierbas luisas", "violetas", etc. de la literatura de la época: las "violas" (canción V) de Garcilaso, las de Góngora, el huerto de Lope, las flores "negras" con que aparece la portagonista de "Las bizarrías de Belisa", la batalla de las flores de Quevedo, etc. Volvió remover todo esto un artículo precioso de Blanca Perignan, que leí todavía sin imprimir este verano, y que a lo mejor ya anda impreso.
ResponderEliminarGrcias, gracias