Me está gustando este final de vida,
la ignorancia al alcance de la mano,
perdido en la mirada de un paisaje
que me mira con ojos achinados;
y me parece que el desprendimiento
es un modo de ser muy acertado,
no detenerse en lo que no interesa
no arrepentirse de lo abandonado.
Alrededor ocurre lo de siempre:
que algarrobas no dan los avellanos,
falsedad corrupción mentiras mafias,
sin solución en lo del mal decano...
Ya ha vuelto gabilondo a los pasillos
rector que fue de esta taberna antaño.
Ministro metafísico y palabrero,
le mando un estrambote de regalo.
Un buen poema, magnífica la filosofía (la de las estrofas primeras, no la metafísica del decano, sobre la que no puedo opinar). Se nota que es luz mediterránea la de la foto primera. ¡Da gusto la libertad de ser que ofrece en las dos primeras estrofas!, se lo deseo para siempre -y para mí también, hay que ejercitarlo e ir contra corriente, eso sí-.
ResponderEliminarMe da la impresión de contener mucha filosofía propia del autor en este poema y aires mediterráneos aportados por los dos árboles que se mencionan. Coincido en estos dos puntos con el anónimo de arriba.
ResponderEliminarBicos.
Pablo, quien es el pintor de la segunda foto? Estrella
ResponderEliminarMunch, Estrella, en la reciente exposición parisina. Puedes ver http://hanganadolosmalos.blogspot.com.es/2012/01/paris-munch-y-el-invierno.htmln
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