Las imágenes de la belleza aparecen rotas, quebradas o
ensuciadas y la lluvia de los pájaros o la sangre en el jardín semeja a la
escritura, que no deja más que extrañas sensaciones de lejanía., extrañeza,
malestar, en las que no faltan como recurrencia las imágenes escatológicas, con
su correlato léxico y expresivo. Ha muerto Leopoldo María Panero, el poeta que se fabricó y
vivió desde hace más de cuarenta años como maldito, en realidad padeció un
continua borrachera poética.
En mis clases de poesía actual leímos, la última vez que di
esas clases, “Auto de fe”, de El último
hombre (1983), un poema que todavía controlaba la forma de la armonía a pesar
de las rotundas imágenes del desconcierto:
Dios el perro me llama
el aire quema a un hombre
horizontes dos cuerpos
ardiendo intensamente
quince ángeles velan
donde estuvo mi frente
soy el negro, el
oscuro: ardiendo está mi nombre.
Mi caballo me busca y
pronuncia mi nombre
con el hacha rompieron
de dos en dos mi frente
lejos, en el ocaso,
alguien dice algo o miente
soy el negro, el
oscuro: ardiendo está mi nombre.
Es la ley del silencio
y también la blasfemia
es mostrar a los
hombres una cruz en la boca
y deccirles que arde,
como cabo de vela
mi alma en la penumbra
como una blasfemia
Dios el mudo,
escultura de sombra, florecer de roca
y los dados de un
ciego que cierran el poema.
El desorden, la negación, etc. sin embargo siempre le
permitió escribir –a veces demasiado, parecía su única actividad– y que buena
parte de su poesía tuviera la calidad de quien ha leído mucho, asimilado más y
es capaz de controlar con rigor lo que dice.
Imposible ahora dar cuenta, por tanto, de ese torrente
poético –fundamentalmente poético– que segregaba muy conscientemente lo que
decir podía de su angustia existencial, derramada hacia todo el contexto: el
cultural, ante todo, el social, el familiar, el humano.... Porque La poesía destruye al hombre. El
procedimiento usual para ese sabor “maldito” solía ser el de la atracción hacia
los registros broncos, con quiebros constantes de cualquier tensión emocional y
rupturas de sentido en dirección insultante casi siempre. Sin embargo, todo
ello enraizaba muchas veces con la sensación de esterilidad de la palabra y de
la poesía: en sus poemas se ciegan los pájaros, arden los versos, hay rosas
demacradas.... mientras el poema se ríe de él y le esclavizan las palabras.
Nunca una poética de la incapacidad expresiva se había expresado con ese fuerza
y vehemencia construyendo un universo poético:
Ah, el esclavo de las palabras
el siervo del humo
donde muere todo orgullo
a los pies de la nada
rezándole a la nada
rezando para nada al poema
tout orgueil fume-t-il
du soir
(Stéphan Mallarmé)
Poema extraído de la Teoría
lautreamontiana del plagio (1999) que suministra materia abundante al
respecto. Y a pesar de todo ejercer casi exclusivamente esa inutil tarea
Yo he sabido ver el misterio del verso
que es el misterio de
lo que así mismo nombra
el anzuelo de la nada
prometido al pez del
tiempo....
Es cierto, “Hablamos para nada, con palabras que caen / y
son viejas ya hoy, en la boca que sabe / que no hay nada en los ojos sino algo
que cae....”, perfectos alejandrinos que abren la parte más tremedistas
(“Orinar sobre la vida”) de uno de sus mejores libros.
Y ahora solo este recuerdo del poeta, intentando escribir:
La araña cae vencida
sobre el papel
el ruiseñor escapa del
bosque en llamas:
no hay nada
sobre el papel: fénix
es el silencio
que se vierte como una
lágrima
sobre el papel.
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