Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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jueves, 5 de abril de 2012

Arroces, naranjas, horchatas....


Levante sigue manteniendo –menos mal– algunas de sus mejores tradiciones culinarias, aunque en muchos casos se adivine algún tipo de adulteración y el desarrollo de las mejores haya dejado ver la rutina de la producción industrial. 
Es posible que algunas familias sigan haciendo por Navidad los dulces típicos; que otras elaboren su propia horchata, aderezada con piñones; y que muchos arroces recojan todavía el caldo de los guisos –carnes, pescados, cocido....– y no solo el de las pastillas. El mostrador de Tano –uno de los más reputados, en Gandía– muestra todavía el esplendor de su elaboración, y ofrece cocas, macarrones (dulces), chocolates y empanadillas –de guisantes, de tomate y de espinacas– a la vieja usanza. En su menú recita arroces (a banda, al horno, fideuá....)  

Los tres arroces de mi muestra son familiares, sin embargo, y uno de ellos es, para mí, el rey de los arroces valencianos, el menos historiado de las fotos, el arroz "sequito", al horno, con un sofrito previo de cebolla y caldo, solamente. Junto con el arroz de verdura hecho a leña en el campo es la mejor muestra quizá. El apego del valenciano por su modo de comer es notable: arroces, empanadillas, hervidos, dulces (la mayoría con la almendra como base)...., pues todos esos productos se consumen naturalmente y se venden por todos lados. Es normal que a media mañana alguien se tome una empanadilla de guisantes.

arroz sequito
Tano (en Gandía)
Las horchatas tendrán su propio comentario, pues son verdaderamente cuestión aparte, de modo que habrá que ir a Alboraya, en donde son evidentes los campos de chufas, y regalarse con alguna de las muchas variedades; y así, de paso, atravesar Benimaclet, el pueblecito –hoy barrio– que cuenta cómo era Valencia antes de su destrucción moderna. Desde allí intentaré tomar el tranvía que lleva al mar, en donde me espera, dormida en la playa, una hermosa dama, la que encabeza esta entrada.



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