Quevedo sitúa las primeras escenas de uno de sus sueños, El alguacil endemoniado, en las gradas de San Pedro, probablemente las mismas gradas viejas de la fachada actual; y luego escenifica en la sacristía charlas con el licenciado Calabrés. Todo ello muy interesante, por más que una tradición –probablemente inventada por Castellano, un erudito del siglo XIX– identificaba al protagonista con un párroco de San Pedro especializado en exorcizar demonios. Un testamento de clérigo de san Pedro he encontrado en el AHPM, el de Juan de Barreda (clérigo beneficiado, en 1586, prot. 798).
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San Pedro había sido una de las viejas parroquias del Madrid medieval, hasta el punto de que la tradición señala que se edificó sobre alguna de las ermitas, al borde de la morería, como ahora está todavía, claro, incluso con la inclinación del terreno evidente en los terraplenes que bajan a la calle Segovia o en la calle del Nuncio, en cuyas escalinatas, en las terrazas que instalan, cuando llega el calor de agosto, los mojitos nocturnos son memorables. Se llamaba "el viejo" porque su primitivo lugar era inicialmente más pegado a las murallas y probablemente dentro, a unos cien metros de la ubicación actual; y ese viejo se convirtió en "real" cuando –también está documentado– a mediados del siglo XIV el rey favorece su nueva construcción con motivo de la toma de Almería.
La iglesia actual es del siglo XV –cabecera
nervada de la nave de la epístola–, con portada renacentista de 1525.
En la cabecera de la nave izquierda está la capilla de Francisco Luján (la hizo construir en 1570). También conserva incrustadas en pilares varias lápidas que recuerdan fundaciones, capillas y enterramientos.
maqueta de San Pedro en el Museo Municipal (Palacio de los Conde de Paredes) |
El Cristo de las lluvias estaba al pie de la iglesia, puede ser el que se encierra en una capilla, puede ser ese tan dramático que yo he fotografiado, no lo sé; cuando he acudido a visitarla por última vez se hallaba atiborrada de fieles que besaban a todo lo que se ponía por delante (los pies de un Nazareno, el manto de la Soledad, los pies de este Cristo....) y no era cosa de distraerle de sus devociones. Puede ampliarse la noticia en Cristóbal Marín Tovar: “La capilla del Cristo de las Luvias en la
iglesia parroquial de San Pedro de Madrid” en Madrid: Revista de arte,
geografía e historia; Comunidad de Madrid, 2
(1999), 587-601.
La iglesia hoy es un verdadero disparate arquitectónico, llena de jorobas, quiebros y pegotes, en donde será difícil distinguir lo que hizo Herrera Barnuevo, que fue hacia 1660 el encargado de remodelarla, lo que luego se acometió varias veces más. Desde dentro –está encalada– se distinguen elementos arquitectónicos muy mezclados, los más interesantes, domo dije, el trenzado gótico de una bovedilla de la nave de la derecha. No pude entrar en la sacristía, en donde el diablo departió con Quevedo. Bajaba y era estrecha, o sea que sí que tenía aire de tugurio infernal.
Sin embargo, por fuera, el barrio ha recogido sus jorobas y ha enmarcado con gracia su esbelta torre de ladrillo, que se ve desde casi todos los lados. Ya no es, como antes, el lugar preferido para los enterramientos de las familias madrileñas de postín (Luján, Vargas, Castro, Luzón....), cosa que fue perdiendo según avanzaba el siglo XVII, para quedarse en eso, en parroquia de barrio, que fue acogiendo paulatinamente, después de la congregación de sacerdotes de Madrid, otras que nos traía la historia, la de la Concepción, la del Rosario, la de la Soledad.... Durante los siglos XVII y XVIII el barrio se abeata , sin duda, y San Pedro se va achicando y convirtiendo en iglesuca de cofradías de barrio, entre las cuales pervive la de la Soledad, con su nazareno, para llevarla durante Semana Santa se hace cola y se paga una cantidad penitencial. Cuando yo quise hacerlo, ya estaban todos los puestos cogidos. Vaya.
Muchísima información documental se almacena en el AHN; más dispersa está la del AHPM. En ambos casos lo que observamos es cómo venía siendo lugar preferido de enterramientos de las grandes familias rancias: en 1541 Inés de Frías se entierra en la sepultura de su marido Hernando de Luzón (prot. 119); en 1563 Juan de Vitoria se entierra en la capilla de su bisabuelo (AHPM, prot. 332); en 1585 se entierra Juan Arias de Ávila y su mujer Leonor de la Vega (prot. 995) aunque tampoco faltan los mandas y enterramientos de los indianos Gaspar Arias de Ávila, indiano de Guatemala, tiene un censo sobre una capellanía en 158 (prot. 994); la viuda de Francisco de Luján, Isabel de la Cerda, se hace capilla en 1587 (prot. 422), capilla que va a colear y unos años después terminará en pleito, porque Isabel no paga al platero Blas López (en 1591, prot. 1607).
Observo también el enterramiento de artesanos, como el alarife Juan Luis en 1572 (prot. 656); y algo más tarde de gentes de otra extracción social, como un ministril de su majestad (en 1623, prot. 3180). He detectado también el trabajo de un escultor, Vicente de Espinosa (en 1561, prot. 647), y muchísima actividad de las cofradías, cuyos libros se pueden examinar en el AHN y a través de sus actividades tomar el pulso a alguna arteria de la vida madrileña durante trescientos años.
En cuanto al escudo de la puerta sur: es uno de los primeros, de verdad antiguo (anterior a 1500, probablemente) que recoge el escudo de Madrid y en el que se asocia el oso de los viejos pobladores y cazadores –siempre hubo osos en los monte de los alrededores de Madrid– al de los agricultores, el madroño, como arbusto también típico. La foto, con la que termino, conjuga todo: la vieja parroquia, con el escudo de Madrid, el portalón sobre la plaza en el que una mendiga –es de un país del este– pide limosna una fría mañana de marzo, esperando la salida de los fieles.
Sin embargo, por fuera, el barrio ha recogido sus jorobas y ha enmarcado con gracia su esbelta torre de ladrillo, que se ve desde casi todos los lados. Ya no es, como antes, el lugar preferido para los enterramientos de las familias madrileñas de postín (Luján, Vargas, Castro, Luzón....), cosa que fue perdiendo según avanzaba el siglo XVII, para quedarse en eso, en parroquia de barrio, que fue acogiendo paulatinamente, después de la congregación de sacerdotes de Madrid, otras que nos traía la historia, la de la Concepción, la del Rosario, la de la Soledad.... Durante los siglos XVII y XVIII el barrio se abeata , sin duda, y San Pedro se va achicando y convirtiendo en iglesuca de cofradías de barrio, entre las cuales pervive la de la Soledad, con su nazareno, para llevarla durante Semana Santa se hace cola y se paga una cantidad penitencial. Cuando yo quise hacerlo, ya estaban todos los puestos cogidos. Vaya.
Muchísima información documental se almacena en el AHN; más dispersa está la del AHPM. En ambos casos lo que observamos es cómo venía siendo lugar preferido de enterramientos de las grandes familias rancias: en 1541 Inés de Frías se entierra en la sepultura de su marido Hernando de Luzón (prot. 119); en 1563 Juan de Vitoria se entierra en la capilla de su bisabuelo (AHPM, prot. 332); en 1585 se entierra Juan Arias de Ávila y su mujer Leonor de la Vega (prot. 995) aunque tampoco faltan los mandas y enterramientos de los indianos Gaspar Arias de Ávila, indiano de Guatemala, tiene un censo sobre una capellanía en 158 (prot. 994); la viuda de Francisco de Luján, Isabel de la Cerda, se hace capilla en 1587 (prot. 422), capilla que va a colear y unos años después terminará en pleito, porque Isabel no paga al platero Blas López (en 1591, prot. 1607).
Observo también el enterramiento de artesanos, como el alarife Juan Luis en 1572 (prot. 656); y algo más tarde de gentes de otra extracción social, como un ministril de su majestad (en 1623, prot. 3180). He detectado también el trabajo de un escultor, Vicente de Espinosa (en 1561, prot. 647), y muchísima actividad de las cofradías, cuyos libros se pueden examinar en el AHN y a través de sus actividades tomar el pulso a alguna arteria de la vida madrileña durante trescientos años.
En cuanto al escudo de la puerta sur: es uno de los primeros, de verdad antiguo (anterior a 1500, probablemente) que recoge el escudo de Madrid y en el que se asocia el oso de los viejos pobladores y cazadores –siempre hubo osos en los monte de los alrededores de Madrid– al de los agricultores, el madroño, como arbusto también típico. La foto, con la que termino, conjuga todo: la vieja parroquia, con el escudo de Madrid, el portalón sobre la plaza en el que una mendiga –es de un país del este– pide limosna una fría mañana de marzo, esperando la salida de los fieles.
Muy buena información y reportaje.
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