Voy a meter en el mismo saco de esta entrada dos cosas bien distintas; primero, la noticia de que se acaba de publicar toda la musa Erato, es decir una parte de la poesía amorosa de Quevedo, agrupada bajo la advocación de esa musa en la princeps de las poesías de Quevedo (El Parnaso español...., 1648). La edición es de Alfonso Rey y María José Alonso, dos prestigiosos quevedistas de la universidad de Santiago de Compostela, y se presenta con todo el empaque de una edición muy trabajada, a la que habrá que hacer comentario, sin duda, más por extenso en otro lugar, positivo, de salida, porque la musa amorosa de Quevedo no había sido nunca afortunada con una edición de este tipo, cosa que sí que le ha ocurrido, por ejemplo, a Clio, que tiene al menos dos ediciones modernas, una española y otra italiana. Erato había sido editada y comentada parcialmente en la vieja antología de aquella colección (Madrid, 1998) que prepararon Lía Schwartz e Ignacio Arellano, muy desigual en sus logros y en sus desgracias, si bien la parte amorosa, como la moral, era sin duda de lo mejor.
La otra noticia es más concreta, sesuda y pormenorizada. Había dado cuenta de ella en este mismo blog hace unos meses, a raíz de un viaje a Nápoles cuando compartí mares con archivos. Luego he ido confirmando datos y, finalmente, ahora que vuelvo a Italia, esta vez a Pisa –por gentileza de mis colegas italianos–, para asentar líneas de investigación sobre Quevedo en Italia, pues ahora quiero llevar ese dato totalmente fijado y esclarecido, ya que concernía a cartas de Quevedo que estaban perdidas o que se habían citado como presunción, y que encontré en uno de los mamotretos que guardan las actas del parlamento italiano, en la Biblioteca Nacional de Nápoles, cuya es la foto que termina esta entrada.
Vamos a colocar entre una y otra noticia, como frontera, dos vistas de la casa de la embajada y embajador de Venecia en Nápoles, la interior y la exterior. En ese hermoso jardín abandonado de la parte alta de la embajada me entretuve un buen rato pensando amores y leyendo versos; a Quevedo no le hubiera hecho mucha gracia, pero no eran sus versos los que leía.
Las fechas que me sirven para ordenar los originales llevan esta sucesión: 11 de setiembre de 1617 (la XXXV de Astrana); 12 de octubre de 6117 (la XLI de Astrana); 1 de enero de 1618 (XLV de Astrana); 4 de enero de 1618 (la XLVI de Astrana); 5 de febrero de 1618 (la XLVIII de Astrana).
11 de setiembre de 1617 |
12 de octubre de 1617 (1) |
12 de octubre de 1617 (2) |
1 de enero de 1618 |
14 de enero de 1618 |
5 de febrero de 1618 |
He tenido que casar bastantes datos; pero la conclusión, me parece, es sencilla: existen dos copias u originales de estas cartas, una de ellas debe parar en la Societa Napoletana di Storia Patria, que fue consultado por Bustamante (Un parlamento napolitano en 1617, Santiago, 1934), quien cita el Liber Praecedentirarum et Parlamentorum, t. VI, es decir, una especie de etiquetas; la verdad es que su viejo artículo es un poco confuso, pues también menciona las actas en el Archivo Municipal de Nápoles, y sin embargo llega a decir que "no tuve la fortuna de hallar los originales" (p. 395, nota). Astrana en su viejo Epistolario las cita como inéditas, sin haberlas visto, y las copia del artículo del historiador. Por esa confusión resolví buscar en los tres sitios: no hallé lo que buscaba en el Archivo, sí que hallé las actas en la Biblioteca, pensé que el Archivo di Storia Patria había sido destruido durante la segunda guerra del s. XX, y no es así, está cerrado por falta de personal que lo atienda, me comenta mi colega napolitana Encarnación Sánchez, quien tanto me viene ayudando a encontrar papeles.
Así las cosas, tomo como documento original las cartas de Quevedo que aparecen transcritas como tales en las actas oficiales del Parlamento, que son las que reproduzco, un hito más para la recolecta final de todo el epistolario que realiza mi bien amada discípula, ya colega, Mercedes Sánchez. Algún desajuste hay, porque mi MAC a veces reproduce mal, pero con los originales completos –que ya tengo– el epistolario traza ahora su camino sobre pilares ciertos.
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Jo!
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