Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 15 de enero de 2012

Invierno y noche en París

l'estrapade, que hoy por la mañana había helado el agua

París de noche y en invierno tiene un sabor peculiar, el del frío, desde luego, que ahora se combate con los miles de lugares públicos –cafeterías, restaurantes– que han generalizado las estufas altas de gas y, en muchos casos, al cerrar un espacio externo, han reproducido en plena calle los espesos fumaderos de los viejos bares, porque lo que más llama la atención es la cantidad de adolescentes y jóvenes que fuman, sobre todo chicas. El callejeo urbano se encuentra, por tanto, con este curioso fenómeno, al menos en las calles más céntricas, no necesariamente en las más turísticas: hay callejuelas del centro, por ejemplo las que bordean la Rue de la Seine, que hoy, sábado por la noche, estaban totalmente vacías.
Recorrer la Rue de la Seine y la Rue Jacob es un deber de filólogo pedante que se dedica a ver manuscritos, pues en esas calles se amontonan ese tipo de anticuarios y libreros, y al 222 del Boulevard Saint Germain el museo de cartas y manuscritos, que cerraba a las 20,00.... y yo he llegado una hora más tarde. Mañana podré verlo.
La biblioteca Mazarine
Taller casa de Picasso en la Rue des Grandes Augustins
El París nocturno –y todavía navideño– tiene su encanto, porque ya han cerrado los comercios y las temibles rebajas han dejado de agredir a paseantes sin muchas preocupaciones mercantiles. Lo de la triple a, que aquí ha caído como el mayor de los insultos, no parece haber arredrado a compradores; pero se retiran, cargados de paquetes, o se recogen en la lluvia de restaurantes –caros, caros– a disfrutar de esa coquetería deliciosa que ilumina París todas las noches.


Y rincones, muchos rincones: las salas de arte, las interminables colas de cines y teatros, el bullicio de quienes tienen que comer de pie lo que acaban de comprar.... Y de vez en cuando, las iglesias, los edificios monumentales, la gracia de los viejos barrios con las fachadas echadas para atrás, los comercios de objetos imposibles.... Las placas que recuerdan: aquí vivió Chopin, aquí escribió Breton, aquí se alojó James Joyce, aquí comía Cortázar.... Siempre se descubre alguna nueva, esta vez la que recuerda el estudio de Picasso, que a su vez había sido espacio de una novela de Balzac. Se trata del Paris histórico y, en cierto modo grandioso, el que hace que las gentes que aquí viven experimenten la sensación de vivir en el centro del mundo, en donde todo se sabe y en donde todo pasa. Luego hay otro París más íntimo y cordial.
Ese París es el de cada uno, cuando se ha vivido o amado en esta ciudad.
Place de La Contrescarpe





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