l'estrapade, que hoy por la mañana había helado el agua |
París de noche y en invierno tiene un sabor peculiar, el del
frío, desde luego, que ahora se combate con los miles de lugares públicos
–cafeterías, restaurantes– que han generalizado las estufas altas de gas y, en
muchos casos, al cerrar un espacio externo, han reproducido en plena calle los
espesos fumaderos de los viejos bares, porque lo que más llama la atención es
la cantidad de adolescentes y jóvenes que fuman, sobre todo chicas. El callejeo
urbano se encuentra, por tanto, con este curioso fenómeno, al menos en las
calles más céntricas, no necesariamente en las más turísticas: hay callejuelas
del centro, por ejemplo las que bordean la Rue de la Seine, que hoy, sábado por
la noche, estaban totalmente vacías.
Recorrer la Rue de la Seine y la Rue Jacob
es un deber de filólogo pedante que se dedica a ver manuscritos, pues en esas
calles se amontonan ese tipo de anticuarios y libreros, y al 222 del Boulevard
Saint Germain el museo de cartas y manuscritos, que cerraba a las 20,00.... y
yo he llegado una hora más tarde. Mañana podré verlo.
La biblioteca Mazarine |
Taller casa de Picasso en la Rue des Grandes Augustins |
El París nocturno –y todavía navideño– tiene su encanto,
porque ya han cerrado los comercios y las temibles rebajas han dejado de
agredir a paseantes sin muchas preocupaciones mercantiles. Lo de la triple a,
que aquí ha caído como el mayor de los insultos, no parece haber arredrado a
compradores; pero se retiran, cargados de paquetes, o se recogen en la lluvia
de restaurantes –caros, caros– a disfrutar de esa coquetería deliciosa que
ilumina París todas las noches.
Y rincones, muchos rincones: las salas de arte, las
interminables colas de cines y teatros, el bullicio de quienes tienen que comer
de pie lo que acaban de comprar.... Y de vez en cuando, las iglesias, los
edificios monumentales, la gracia de los viejos barrios con las fachadas
echadas para atrás, los comercios de objetos imposibles.... Las placas que
recuerdan: aquí vivió Chopin, aquí escribió Breton, aquí se alojó James Joyce,
aquí comía Cortázar.... Siempre se descubre alguna nueva, esta vez la que
recuerda el estudio de Picasso, que a su vez había sido espacio de una novela
de Balzac. Se trata del Paris histórico y, en cierto modo grandioso, el que
hace que las gentes que aquí viven experimenten la sensación de vivir en el
centro del mundo, en donde todo se sabe y en donde todo pasa. Luego hay otro
París más íntimo y cordial.
Ese París es el de cada uno, cuando se ha vivido o amado en
esta ciudad.
Place de La Contrescarpe |
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