La Fundación García Lorca se traslada a Granada, lo que quizá es lógico. He acudido a ver la exposición sobre Lorca en la Residencia de Estudiantes, la colina de los chopos, donde yo siempre la había visto, por cierto en marco y lugar incomparable. Resulta que la exposición obedece a ese traslado: se ha organizado en media docena de salas, antes de que emprenda su regreso al Sur.
La mayoría de lo que se expone es documentación, muy rica,
personal –documentos, cartas, apuntes…– acompañada de fotografías, alguna
película y dibujos. El catálogo es un poco enteco, más bien para salir del
paso. A este visitante le hubiera gustado llevarse y leer tranquilamente muchos
de los documentos, algún dibujo, tal cual fotografía…., pero estaba prohibido.
Es imposible asimilar este tipo de exposición si no se da cobertura a la
lectura del documento. Eso sí, en recepción, muchos libros para completar lo
que uno no ha podido fotografiar, pero soy hombre en ruinas. Entre todos: la
monografía lorquiana de Andrés Soria –comisario de la exposición– que aconsejo
muy mucho.
¿También se llevarán la habitación, que se ve desde las
adelfas de enfrente? No podrá ser.
Todo tenía una razón añadida –Lorca no necesita razones–, en
Clásicos Hispánicos está a punto de salir de taller “Impresiones y paisajes”,
la primeriza obra de Lorca, en edición de Ramón Asquerino. Normalmente Carlos
Fernández, nuestro tipógrafo y diseñador, hurga entre varias posibilidades, que
luego somete al Consejo de Redacción, para una cubierta acorde. Y le enviamos
sugerencias, que yo he tomado de esta jornada lorquiana. Prometo publicar las
sugerencias, a ver.
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