Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

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miércoles, 21 de junio de 2017

Apunte de geografía con Cervantes al fondo


Una de las cosas que más me atrae cuando leo viejos textos históricos son los despistes de todo tipo que tierras, gentes, lenguas, mares, etc. producen al navegante. La imaginación del historiador –o del evangelista o del aventurero o del comerciante– muchas veces se va a suposiciones que, vistas desde nuestra perspectiva, bien que nos aleccionan sobre el devenir del conocimiento.


Últimamente ando consultando viejos textos y mapas sobre Mongolia o, como a veces se decía, la “Ultima parte de Tartaria”. Hoy he traído para ilustrarlo el grueso volumen de las Relaciones universales del mundo  de Juan Botero Benes….., que aparece traducido por el licenciado Diego de Aguiar  y editado nada menos que en Valladolid (1599); realmente ha de ser posterior, pues la dedicatoria al duque de Lerma va firmada en 1600 por Diego Fernández de Córdoba. Lo de "nada menos" lleva varias direcciones, una de ellas la de la consabida referencia de Cervantes al Emperador de la China; otra de ellas a la corte en Valladolid, en donde el libro hubo de leerse con provecho. China era un tema de  moda desde finales del siglo XVI, y aun lo seguirá siendo durante la primera mitad del s. XVII. Este tipo de textos no tienen desperdicio, y son la onda menor de la aparición de los grandes estudios geográficos y la aparición de los primeros atlas (Hortelio, Mercator, etc.), es decir, de la Geografía (y la Astronomía) como disciplinas en auge.


La “Ultima parte de Tartaria”… “ a quien llamó Plinio Tabín. Tierras poco conocidas, en el primero habitan los pueblos quiesanos, usezucanos, ciremisos, danitos, nestalitos, los turbos y los mecritos. Aquí también está la lagunosa provincia que dicen de Bargo; luego se descubre Tabor, cuyo príncipe habiendo venido de tan lejos a tratar, lo primero con el rey Francisco de Francia, y después con el Emperador Carlos V, y a solicitar los demás príncipes cristianos a que, dejada la santa fe católica, siguiesen el judaísmo: lo quemaron en Mantúa por orden del Emperador el año de 1540. Y así se tiene por cierto que estas gentes bajan de la sangre y tribu de Israel, llevadas a la Siria por el rey Salmanasaz, y después transportados a estas partes, no se sabe cómo,  cuantoquier que no retienen otra cosa de judíos más que la circuncisión y el nombre.



De aquí se entra en la Chiorsa y luego en el desierto Caracorano, a quien atraviesa el gran monte Aetay. En el segundo promontorio se sitúan las provincias del Belgian, Arfaret, Argón y Ania, de las cuales hay poca más noticia que de los solos sus nombres, como de ordinario sucede a todas las naciones que habitan en las últimas y repuestas partes de la tierra, por la poca comunicación y trato que de con ellas se tiene. Porque dos linajes de gentes han ilustrado las cosas tocantes a la cosmografía, que son los príncipes y los mercaderes. Entre los príncipes, Alexandro fue el que primero dio al mundo noticia de las provincias de Levante, hasta el Ganges. Los cartaginenses descubrieron las naciones que habitaban al mediodía, y los romanos, los reinos y gentes setentrionales, hasta que finalmente los españoles parte con las armas y parte con la mercancía, aunque más con aquella que con esta, han dado entero conocimiento de un mundo nuevo. Y los portogeses también con las mesmas armas y con el trato, aunque más con este que con aquellas, han penetrado todas las costas de África y discurrido por las de Asia desde el estrecho de Gibraltar hasta los últimos términos de La China, con otras infinitas islas de aquellos mares. En la cual empresa aun hasta hoy se ocupan  también los españoles que se han fortalecido en las Filipinas…."
Y a veces, una sorpresa, como este texto de Lupercio Leonardo de Argensola sobre Granada, que daré entero en otro momento.



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