Una tradición bien simpática, y moderna, pues depende del cine, siempre fue en las ciudades a las que el calor castiga, acudir a un cine de verano, en donde puede ser que el cine sea interesante, pero la asistencia se adorna con otras muchas cosas: comida (bocadillos) y bebida (fresca) de verano, frutas, helados.... y la concurrencia con vecinos y amigos para pasar un buen rato y disfrutar de la fresca, así, en femenino. El aire acondicionado y el lujo técnico de los cines modernos fueron poco a poco arrinconando a los cines de verano, que he visto cómo resurgían, con curiosas variantes, por todos lados, y desde luego en Madrid, en donde cada año salpican algunos lugares de la capital, sobre todo de los barrios, aunque el año pasado hubo un ciclo nada menos que en el viejo edificio de correo, en Cibeles, en lo que ahora se llama centro-centro. No sé que resultado obtuvo, pues no es barrio y recuerdo que había que pagar algo. Y la gracia del cine de verano en el barrio es que era muy muy barato.
En el Doré se mantuvo hasta el año pasado el cine de verano en la terraza del precioso edificio modernista (1902), a la espalda de Antón Martín; y todavía recuerdo haber ido a ver "Barcelona", con Selena, que espero que no le moleste aparecer yendo conmigo a un cine bajo las estrellas. Da gusto ir al cine con Selena, colega mía, porque la gente se queda hechizada con sus ojos verdes y luego mira al acompañante, con esa mirada de envidia que le sirve a uno de consuelo para sus desdichas sentimentales.
Es el caso que en esta ocasión voy a dar noticia de un simpático cine de verano "Cine de Lavapiés" se llama, que se monta entre el 23 de junio –ayer– y el dos de julio, y que resulta espectacular por lo que trae (hay que ver el programilla, artesanal) y por cómo organiza el ciclo, como una verdadera recuperación del viejo cine de verano, aprovechando los huecos de calles y plazas, los atrios, edificios desencajados, etc. y pidiendo al espectador que se autogestione lo más que pueda, mejor si se trae una silla o un cajón de fruta y cosas así. Lo mejor e que casi todo lo que se puede ver en ese ciclo no se va a poder admirar en ningún cine comercial, y que la mayoría de las pelis son de este año o del pasado, con generosas incursiones en en la artesanía documental, los proyectos, la gente joven, etc. Si este menda lerenda pudiera, iría todos los días.
Dejo algunas páginas del ciclo y lo adorno con fotos que hoy he tomado a la salida del CNARS, donde he tenido que ir a renovar mi conocimiento de lo que ha pasado o está pasando cerca –ya lo contaré. Con mi bici de alquiler del Ayuntamiento me he desplazado luego a sacar entradas para el ciclo de Marco Bellocchio en el Doré, lo que ya so palabras mayores. Agobiado por el calor del mediodía he dudado si refugiarme en La Caleta –demasiada gente– o en Benteveo, que ha recogido mi cansancio, con la sorpresa de que, además de la tosta de rigor (de calabacín, nuez, mozarella y miel), la cocinero me ha prevenido que la vichisoy que había pedido era de pera.
El periódico de la foto es el de Benteveo, yo ya no compro el País, aunque me gustaba leer los sábados sus páginas de viajes. Estaba rica la vichisoy de pera. Y la foto a los amantes fue de piedad, hacia casi 40 grados.
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