El 17 de setiembre de 1629 en Madrid Lorenzo Van der Hämen y León aprueba la edición de las poesías de Francisco de la Torre, preparada por Quevedo, que va a salir dos años más tarde en la Imprenta Real. Las razones de la tardanza –en esencia la inminente aparición del Índice de Libros prohibidos– ya la he explicado en otro lugar. Lo que quería resaltar ahora es que la aprobación de don Lorenzo –muy cercano a Quevedo durante esos años– dista mucho de ser formularia, pues en ella introduce juicios críticos que mucho tendrían que ver con la trayectoria de la poesía durante aquellos años, al calor de la desaparición de Góngora (1627).
De allí y en referencia a las poesías del poeta editado:
....estan escritas con la verdad, propiedad y pureza que pide nuestra lengua,
cosa singular en estos tiempos, mas escribiéronse en aquellos que se sabía más
bien y se hablaba mejor, y así no hay mucho que admirar. Esta verdad no la
confesarán los que ahora la ignoran, pero importa poco su juicio, sientan lo
que quisieren. Padecieron esta misma desdicha que hoy aflige a España casi todas
las naciones, y en especial la hebrea. Hablo de ella primero que de otra alguna
por ser su lengua madre y principio de todos los lenguajes, y la postrera y
única en el mundo. Introdujéronse pues en ella por la larga antigüedad, por los
cautiverios, por el descuido de dejar olvidar las voces propias y por la
permisión en el usar de vocablos extraños, algunos tan escuros que los mismo
maestros y naturales de las sinagogas después los desconocían. Esto que vemos
en el idioma hebreo, que confiesa san Jerónimo, hallamos en la lengua latina,
con ser tanto más nueva y más continuamente cultivada y sin estas caídas. Y así
se queja Tulio de que a veces se encuentra con muchas voces en ella que no
conoce, aunque las usaron Marco Varrón, Catón y otros.
Lo mismo pudiera decir de la nuestra, porque casi hemos
hecho de los vocablos tantas mudanzas como de la ropa, y podríamos hacer dos
lenguajes tan diferentes que el uno al otro no se entendiesen, porque nos damos
tanta priesa a inventar vocablos (o por decirlo como ellos) a tomarlos prestados de otras lenguas, que por enriquecerla hemos de venir a desconocerla. Esto nace por parecerles a algunos
ignorantes deste tiempo que es humilde el lenguaje castellano si no le ponen
ellos afeites de voces nuevas y le pintan con este colorido, y no advierten que
el bueno y el casto, como dice Cicerón, ha de ser el que nos enseñaron nuestras
madres y el que hablan en sus casas las castas matronas y mujeres bien criadas.
Ahora que se acaba de publicar un libro sobre los arqueros reales y que parece confirmarse la autoría de uno de los Van der Hamen en el retrato –siempre tenido como velazqueño– de Quevedo, parece que conviene resaltar el papel de los dos hermanos en el entorno madrileño de Quevedo.
No es la única vez que aparece don Lorenzo en los preliminares de las obras de Quevedo, como bien muestra el facsímil que tomo de una de las últimas entradas de un excelente blog –http://blogdebibliofilia.blogspot.com.es/– que exhibe un raro ejemplar de los Sueños, pues lo que se dice en aquellas líneas dirigidas a uno de los santones de la cultura oficial –Francisco Ximénez de Urrea– no es solo un encomio del escritor, lo habitual en estas dedicatorias y preliminares, sino también la actitud desinteresada de Quevedo hacia su propia obra, en donde "cada uno ha quitado y puesto según su antojo", de lo que se ha seguido imprimirse algunas de sus obras defectuosas. Y dice mucho más: que él tiene los originales, que ha corregido también de su cosecha, la fama universal del escritor, su intención moral aun en las obras festivas.... Un compendio de temas quevedianos –sobre los que la crítica suele volver una y otra vez–.
El conjunto de datos históricos, de temas y motivos, necesita volverse a replantear nuevamente, a la luz de la nueva documentación y los viejos datos, entre los cuales el temprano cruce de encomios (1625) a propósito de Don Filipe el Prudente y, casi al mismo tiempo, la campanuda aparición de Van der Hamen en el prólogo de Política de Dios.
Recordemos, finalmente, que "un retrato de Quevedo.... se tasó entre los bienes del hermano pintor, Juan Van der Hamen" (Iordan), lo que ha llevado a desmentir el juicio de Palomino (1724) de que Velázquez fue el autor del más famoso de los retratos de Quevedo (representado por ejemplo en el Instituto Valencia de don Juan). Con uno de los numerosos bodegones o cuadros sobre objetos estáticos –que circularon a decenas en la corte– de Juan cerramos la entrada.
No es la única vez que aparece don Lorenzo en los preliminares de las obras de Quevedo, como bien muestra el facsímil que tomo de una de las últimas entradas de un excelente blog –http://blogdebibliofilia.blogspot.com.es/– que exhibe un raro ejemplar de los Sueños, pues lo que se dice en aquellas líneas dirigidas a uno de los santones de la cultura oficial –Francisco Ximénez de Urrea– no es solo un encomio del escritor, lo habitual en estas dedicatorias y preliminares, sino también la actitud desinteresada de Quevedo hacia su propia obra, en donde "cada uno ha quitado y puesto según su antojo", de lo que se ha seguido imprimirse algunas de sus obras defectuosas. Y dice mucho más: que él tiene los originales, que ha corregido también de su cosecha, la fama universal del escritor, su intención moral aun en las obras festivas.... Un compendio de temas quevedianos –sobre los que la crítica suele volver una y otra vez–.
El conjunto de datos históricos, de temas y motivos, necesita volverse a replantear nuevamente, a la luz de la nueva documentación y los viejos datos, entre los cuales el temprano cruce de encomios (1625) a propósito de Don Filipe el Prudente y, casi al mismo tiempo, la campanuda aparición de Van der Hamen en el prólogo de Política de Dios.
Recordemos, finalmente, que "un retrato de Quevedo.... se tasó entre los bienes del hermano pintor, Juan Van der Hamen" (Iordan), lo que ha llevado a desmentir el juicio de Palomino (1724) de que Velázquez fue el autor del más famoso de los retratos de Quevedo (representado por ejemplo en el Instituto Valencia de don Juan). Con uno de los numerosos bodegones o cuadros sobre objetos estáticos –que circularon a decenas en la corte– de Juan cerramos la entrada.
Muchas gracias por la mención, Pablo. Realmente esos textos en obras ajenas que pasan tan desapercibidos están llenos de sugerencias, y entre ellas me llama la atención particularmente que esa segunda tradición impresa de los Sueños revisada por Van der Hamen que representan las ediciones de Zaragoza (1627) o Lisboa (1629) parece arrancar de esas versiones "originales" (¿cabría entender autógrafas?) de su librería. El retrato no deja lugar a dudas sobre lo buen pintor que era su hermano y lo que se perdió con su muerte prematura.
ResponderEliminarLa interpretación del viejo término "originales" siempre planteó problemas. Para mi engloba dos conceptos que no estaban entonces separados completamente, rara vez alude a 'autógrafos', casi siempre a los textos dispuestos por el autor para que se publicaran (fueran manuscritos autógrafos, alógrafos, de amanuense, impresos retocados....) Existe como sabes una polémica muy erudita en la que la parte argumental y de trabajo es la de Crosby, con monografía incluida, que se remonta a la tradición manuscrita; en tanto críticos, digamos, más perezosos se quedan con la versión impresa.
ResponderEliminarUn abrazo