Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

miércoles, 3 de julio de 2013

Blas de Otero, "Obra completa"


Yo no tengo ninguna duda sobre la calidad poética de la obra de Blas de Otero, que llena cuarto de siglo de nuestra historia literaria (digamos: entre 1950-1975), durante un periodo entre confuso y contradicho –poco a poco se irá clareando–en el que su obra emerge con un caudal de voces líricas incomparables.
Se acaba de publicar –¡por fin!– su poesía completa, al cuidado de Mario Hernández y Sabina de la Cruz, 1300 páginas de lectura y relectura que me vuelven a remover el placer –por un lado– de leer buena poesía, y que me traen nuevamente el testimonio poético impagable de una época reciente, muy peculiar, de nuestra historia. ¿Que más se le puede pedir a quien escribe sino hacerlo bien y enseñarnos a mirar lo que le rodeaba? Blas de Otero lo hace y no de una manera estereotipada, fría, fija: se mueve con la historia y se mueve con el tiempo: esa indudable frescura de cada libro, esa capacidad para recoger, sintetizar, recrear, es la del buen escritor, que no fija sus ojos para siempre sino que camina, viaja, mira, observa y en cada  tiempo y situación busca el modo de verso que conviene y cuenta, porque su paso es comprometido, emocionado, fértil.


He leído durante estas semanas críticas en sentido contrario –ninguna más reaccionaria y burda que la de El Cutural.es, no conozco a quien la ha escrito–, escrita precisamente desde la postura contraria, desde la piedra desde donde se hace una foto fija a toda la historia. A Blas de Otero hay que leerlo al contrario, con el tiempo, la historia, la vida pegada a sus versos y acompañarle en el aire cambiante de sus canciones.

El volumen, por lo demás, reconstruye toda su trayectoria poética, incluso con poemas juveniles, entrevistas, inéditos.
He aquí uno de esos poemas desconocidos, aunque familiar al que conozca su obra, muy de uno de sus modos de hacer: la “Canción XIII” (p. 1065), el juego de las denominaciones, estáticas, en este caso sobre tierras castellanas, aragonesas, alicantinas, andaluzas, con una nota de esperanza final, quebrándose con ritmo dominante de seguidilla, concesiones al romancillo y al romance, es decir: escribiendo ya con mucha libertad.

La noche se echó a un lado,
entró, riente, el alba.

Por los cielos azules,
por los campos de España,
sobre al torre
de San Miguel de Palencia,
hacia Valladolid,
sonrió sonrosada,
saltó sobre los puentes
del Ebro, descorrió
el aire en Sierra Aitana,
tamborileó
en las costas de Málaga,

alba soñada, entreabriendo
la puerta de mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario