El nombre que te doy
no es el del árbol
donde estuve mirando
tu recuerdo
–alecrín, guayacán, zapallo caspi,
horco cebil, mataop, cedro salteño–
¿A que no entiendes
nada de estos nombres
–tilo plateado, cedro misionero–
que sin embargo
esculpen aire y nubes
con las ramas que tejen los inviernos?
Tu nombre va de árbol muy lejano
y como la dammara, la más alta,
es difícil decir
cuando te miro
lo que amo lo que
pienso lo que siento.
Una tarde de sol el guabiyú
dibuja el aire sin
temor del viento.
chichita |
Dammara |
¡Precioso soneto, Pablo! Este lugar (no sé si ya te lo he dicho) lleva para mí el nombre de infancia. Y ahora que lo pienso hasta casi tenía yo otro nombre, porque no era Julia a secas, sino María Julia -que lo cambia todo.
ResponderEliminarNos vemos mañana =)
Hola Pablo! hace días que no abro el blog. Tengo unos días de descanso incluido el ordenador. por un lado la alegría de recordar tu congreso por estas tierras con lo que te agrada recorrer y dejarnos todo en instantáneas. lo cual disfruto mucho. lamento el trago amargo de la paloma y compañía. Nos ha pasado y nos sigue pasando a nosotros que vamos conociendo estos jueguitos engañosos también.
ResponderEliminarSi me quieres escribir....no sabés mi paradero...ja! hoy andaré por San telmo haciendo un trámite. Cómo te has arreglado entonces sin tarjetas ni pesos? si podés
maria_bertolot@hotmial.com veremos por tus horarios de actividades un beso grande y cuidate de las aves rapaces!
Soy Virginia la mama de Gri va en anónimo ahora no sé por qué
Virginia, todo ha ido muy rápido y apresurado, pero ha merecido la pena.
Eliminar¡Un abrazo!