Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

sábado, 30 de marzo de 2013

De la sencillez de los jardines




El recorrido por los innumerables patios sevillanos–con su jardín– culmina con los de la casa de Pilatos y los del Hospital de los Venerables, los del Museo Municipal (antiguo convento) y los variados, ricos e innumerables de los reales alcázares, entre otros, en todos ellos resulta fácil de observar que la gracia de aquel espacio debe mucho a la amplitud y la sencillez de su decoración vegetal, en la que poca cosa más hay que algunos arbustos (boj, sobre todo), evónimos (laureles especialmente) y macizos muy sencillos de espliegos, romeros o pequeños tapices de flores temporales (he visto pensamientos), en medio de una profusión de clivias cubriendo todos los rincones. De las paredes, enormes buganvillas, las más rojas, y alguna glicinia. El árbol preferido es el magnolio, del que he visto un ejemplar altísimo en el patio grande de la Casa de Pilatos y dos enormes en la plaza del Museo de Bellas Artes, lo cual no quiere decir que en estos patios, de vez en cuando no se encuentre algún otro ejemplar común (como el olmo viejo del mismo patio de Pilatos). Pero el árbol rey, el dominante, es desde luego el naranjo.



De esa naturaleza admitida, mimada y propagada de calles, plazas y ciudades se pasa a las palabras mayores del parque de Maria Luisa, un modo de jardín botánico, en donde ya hay soberbios ejemplares de eucaliptos (rojos), plátanos, palmeras, fotinias.... y otros más tropicales, sin renunciar desde luego a las magnolias. Buena muestra es la que ofrezco en estas páginas. Todas obtenidas en la Casa de Pilatos.




Decoración y naturaleza se conjugan a través de la sencillez, es decir: la gracia de un rincón del jardín puede estar en unos narcisos rodeados por el boj, la gracia decorativa estriba en los mosaicos, la gracia del escueto mobiliario del jardín, en un banco de piedra y azulejos con forma de media luna, en un hierro forjado rematando una tapia ocre o salmón, o, como mucho, en la sencillez de una fuente, con su aljibe. La gracia estriba en la sencillez y en el adecuado uso de los elementos naturales, muchos de ellos, como se sabe, de procedencia árabe o mudéjar y con función real  (regadíos, acequias, recoger el agua....) Toda una lección. Solo en los "jardines del poeta" de los alcázares reales he visto hortensias, matorrales de salvias, alineaciones extrañas, que nunca podrán competir con la esbeltez madura de los cipreses, el ensimismamiento celeste de las palmeras o el desrrollo de algunos ficus.



El contraste, quizá, se establece con el derroche decorativo del interior –el ejemplo que doy es un techo artesonado también de la casa de Pilatos–.
Habrá otro post sobre sevillanos literarios y otras referencias.



1 comentario:

  1. Logras que me sienta inmersa en la frescura vegetal de ese jardín.

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