Ya voy a florecer –te dice el árbol–
te regalo este banco para amores,
vente con ella cuando la tarde caiga
y no os vayáis cuando sea de noche;
con los primeros besos te permito
que algunas ramas, las cercanas, tronches;
se podrán confundir labios con pétalos,
que se abran en los dedos los botones;
ten cuidado si al desnudar su pecho
sombras de marzo los fríos esconden;
espero que Botella no haya puesto
guardia rancios en los alrededores.
¿Cómo se llama este árbol, Pablo? Su flor es de una belleza extraordinaria. Un abrazo.
ResponderEliminarAndo a su caza, Sofía, te lo diré, porque dudo
Eliminary dudo porque tiene toda la apariencia de un frutal silvestre –quizá un peral de "hojas de almendro", así se llama, o un "peral de hojas de sauce"... no recogí hojas ni una ramilla.
EliminarMe gustan, árbol, banco y palabras.
ResponderEliminarTener un banco en el Retiro es un lujo..., disfrutarlo un placer. A veces, casi siempre, los placeres provocan envidias, y la envidia nunca es "sana". ¡Al banco!
ResponderEliminarLo siento, Pablo. No lo volvere a hacer.
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