Por la mañana y bastante pronto; los que entonces cruzan el Retiro suelen ser deportistas con vocación, que se dan la carrera o hacen la tabla antes de ir a trabajar, tropillas de jardineros que van a su labor, algún afortunado que ha de atravesarlo a esas horas.... pocas veces pasan por delante de esa esquina del lago, donde suena el saxo, tan pronto, y pide desde el suelo unas monedas un músico, un hombre mayor, probablemente extranjero, emigrante. Y lo que suena se tararea y anima el paso: canciones parisinas, boleros, algún recuerdo a melodías de cine, jazz algo ramplón.... Todo suena aceptable y sirve para sostener ese sol limpio que de madrugada se despereza con las ramas doradas –finales de octubre– en el Retiro.
Vuelvo a atravesarlo diez horas más tarde –hoy he tenido que trabajar en la biblioteca de la Real Academia Española, y luego anduve buscando colores en el Botánico–, por el mismo camino: el sol ha cambiado de postura, deambula más gente, se han ocupado algunas barcas... ¿es posible que vuelva a sonar el mismo bolero, con el sonido del saxo, en aquella misma esquina del lago? La crisis va a reventar a este músico callejero –ya estaba por aquí el año pasado– que necesita de jornadas de más de diez horas para poder mantenerse, para alcanzar el salario mínimo de algún bocata, un techo, un pitillo, un café para resistir estas nuevas condiciones de trabajo.
"Quizá, quizá, quizá".
Me has recordado otro camino paralelo.
ResponderEliminarEl mío de ida y de vuelta
Y ya se que no son solo mis ojos y mis sentidos los
que descubren cada día algo nuevo en lo cotidiano.
Amar el tránsito y pararte en el...
Me encantó
Gracias
Besos