En una de las bibliotecas que frecuentó y trabajó, la de Valdecillas, la biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, se presentó el libro de Homenaje a Jaime Moll, en un ambiente amistoso y grato en el que los asistentes superaron tristeza por la desaparición del maestro mediante la evocación, el recuerdo de sus trabajos y, quizá, el vernos todos reunidos confesándonos deudores de su obra. Presidió la sesión la directora de la Biblioteca –Marta Torres– y hablaron brevemente Julián Martín Abad y Víctor Infantes, que habían promovido la publicación.
El acto terminó con la exposición de dos jóvenes investigadores de la Complutense, que no llegaron a ser discípulos directos de Jaime Moll, pero que han trabajado –y así lo explicaban– en el campo filológico que él dejó tan bien elaborado.
Sala de exposiciones de Valdecillas (UCM) |
El libro ha aparecido en la editorial Calambur –allí estaba el editor, Emilio Torné– sin duda una de las editoriales más vivas actualmente y la que más ha cuidado el tema de la bibliografía, la historia del libro, la biblioteconomía, la investigación documental, etc. Y extraigo, sin enredar demasiado, una prueba sencilla para rodear al libro de homenaje con otros armónicos de la misma colección.
Durante mucho tiempo en los últimos años he coincidido con Jaime Moll en la BNE: él pasaba por al lado de mi pupitre 30 –sala Cervantes– y nos parábamos un momento; casi siempre era algún motivo bibliográfico: me entregaba puntualmente las colaboraciones que concertábamos para Voz y Letra, revista que dirijo y en donde han aparecido dos o tres de sus últimos trabajos (por ejemplo sobre La Celestina); me ayudaba en las cuestiones más peliagudas del Diccionario Filológico, fue él quien me suministró datos preciosos sobre Lope, Villamediana, Góngora, Salas Barbadillo.... En el caso del Guzmán de Alfarache, que redactaba uno de mis doctorandos –Javier Manchón– se implicó mucho más, pues iba a realizar un viaje a Estados Unidos –donde reside una de sus hijas– y quería hacer una escapadita a Yale, para ver un ejemplar que tenía bajo sospecha. Y así fue: hizo el viaje, la escapadita, vio el ejemplar, que le corroboró sus sospechas y me pasó todos los datos, que aparecen integrados en la entrada de Mateo Alemán. Un último detalle, no quiso aparecer como firmante de todo aquello o, al menos, cofirmante: hubimos de ponerlo discretamente en nota.
Las charlas fueron algo más complejas en los casos de El Buscón y de El Lazarillo. Cuando aparecieron los primeros papeles sobre El Lazarillo, me encareció que le mandara un abrazo de reconocimiento y enhorabuena a Mercedes Agulló, como así hice; yo le hablé de las pistas que Mercedes podría seguir –ella las sabía, de todos modos, otra cosa es que las pudiera seguir desde su retiro y en su condiciones.
En el caso de El Buscón fue más lejos, al mostrarme –todavía no lo he utilizado, creo que solo como alusión en una reseña que va a salir en la NRFH– las manipulaciones de los impresores introduciendo morcillas para completar espacios de página. Todo muy interesante.
¿A quién acudir ahora? ¿Cómo llegar a obtener entre nosotros el riguroso conocimiento que le permitía con una primera ojeada discernir si la edición de las Novelas ejemplares de Cervantes era auténtica o una piratería más de Lira, en Sevilla?
He dejado de ocupar el pupitre 30 de la Sala Cervantes, pues voy cambiar, obligatoriamente, de hábitos y vida académica en un par de años. Este año no he podido charlar ni con Fradejas ni con Jaime. Aunque no sea lo mismo, acudiré a sus libros para corregir mis errores.
Las charlas fueron algo más complejas en los casos de El Buscón y de El Lazarillo. Cuando aparecieron los primeros papeles sobre El Lazarillo, me encareció que le mandara un abrazo de reconocimiento y enhorabuena a Mercedes Agulló, como así hice; yo le hablé de las pistas que Mercedes podría seguir –ella las sabía, de todos modos, otra cosa es que las pudiera seguir desde su retiro y en su condiciones.
En el caso de El Buscón fue más lejos, al mostrarme –todavía no lo he utilizado, creo que solo como alusión en una reseña que va a salir en la NRFH– las manipulaciones de los impresores introduciendo morcillas para completar espacios de página. Todo muy interesante.
¿A quién acudir ahora? ¿Cómo llegar a obtener entre nosotros el riguroso conocimiento que le permitía con una primera ojeada discernir si la edición de las Novelas ejemplares de Cervantes era auténtica o una piratería más de Lira, en Sevilla?
He dejado de ocupar el pupitre 30 de la Sala Cervantes, pues voy cambiar, obligatoriamente, de hábitos y vida académica en un par de años. Este año no he podido charlar ni con Fradejas ni con Jaime. Aunque no sea lo mismo, acudiré a sus libros para corregir mis errores.
Me gusta que nos des estos paseos por bibliotecas y archivos.
ResponderEliminarEn esta,Marques de Valdecillas, compré entre otros libros al dedicado al Nobel Complutense.
El que escribió sobre jardines y Edimburgo, Fué becado por la Junta para Ampliación de Estudios cuyo presidente fué Ramón y Cajal.
Ramón Carande,hace una semblanza en su Galeria de raros
Gracias por el comentario, Estrella. Ya sabes que es una afición de la que no me sé desprender, qué le vamos a hacer. Y que os envidio por la Widener y la Hougthon.
ResponderEliminarUps! Pablo, el que comenta es Miguel Vivanco, un amigo y fiel seguidor de mi blog que comparte tus gustos (en mi caso, si me pierdo, que no me busquen en una biblioteca o archivo) Miguel es una persona con una gran curiosidad y creatividad.
ResponderEliminarhttp://chiquitin52.blogspot.com/2009/11/miguel-el-anonimo-que-siempre.html