Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

lunes, 22 de octubre de 2012

Entre nacionalistas y conservadores

Va a ser difícil sobrevivir en este país: al triunfo directo de los sistemas y estructuras soportados por el capital –para simplificar: las derechas– se van a unir el triunfo de los sistemas semejantes de raíz territorial, es decir, de los territorios que –lo dijo Mas, paladinamente– poseen mayor renta y, si consiguen despojarse de los vecinos, "vivirán mejor". Si se trata de vivir mejor, Narón (La Coruña) podría separarse del viejo Ferrol; el barrio de Salamanca (en Madrid) podría poner fronteras a partir de la plaza de Manuel Becerra; y Marbella o Alicante podrían proclamarse repúblicas independientes de jubilados y millonarios. Y así sucesivamente. Lo de vivir mejor como objetivo, mientras no sea lo más universal posible, siempre irá acompañado de un ramalazo de segregación, es ese tizne racista de todos los nacionalismos que, hay que decirlo llanamente, cuanto más fervor provocan más segregación acarrean.
Sin embargo los nacionalismos –la palabra es bastante fea– tienen un componente racional y muy digno, que se aglutina en torno a la lengua, como elemento natural, histórico y mucho más profundo que otros elementos solidarios; y de la lengua irradia (literatura, costumbres, tradiciones, etc.) y se cuela en la sentimentalidad colectiva. Quienes tenemos la lengua española o castellana como natural somos tan nacionalistas como los vascos, catalanes y gallegos, qué duda cabe; y tenemos la obligación de hacer un esfuerzo para aceptar y favorecer que otros sientan igual, y que obren en consecuencia.
Es en el engranaje de ambas esferas cuando se produce esa jarana ideológica que pocas veces vemos resuelta convincentemente: ser y vivir con una lengua, que convive con otras, puede ser un modo de vida más rico y fecundo que quedarse en paleto, desde luego; imaginar, sin embargo, que al formar una comunidad propia vamos a poder desprendernos –y no integrar– del lastre de los que no son como nosotros es, sencillamente, un modo de segregación contra el que hay que luchar.
Es difícil pensar en este tinglado en todos sus términos, hay que hablar mucho y recomponer posiciones constantemente, para no pecar de injustos o parciales. Y es cierto que, al parecer, ahora, se puede hablar personalmente, cosa que no era factible con una pistola o un banquero apuntándote a la cabeza, al bolsillo, al trabajo o a la vida. Mucho me temo que el triunfo de los nacionalismos radicales –no pensantes– y conservadurismos –nada se cambia– vayan a dar a encrucijadas sin solución, donde se impondrá el que sea más fuerte, más violento.
Mala cosa, mala cosa. La solución –se ha dicho bastantes veces– hubiera podido venir de una razonable mayoría educada, de pensamiento progresista, capaz de dialogar y de conceder, tanto en los territorios con lengua propia como en los ámbitos estatales, es decir, de algo que está desapareciendo a toda velocidad en nuestra sociedad, que en algún momento se pensó que hubieran podido ocupar los llamados "socialistas", clase política que, con sus colegas de otros partidos, ha entrado en estado de descomposición absoluta, porque mientras la gente de desengancha de todo tipo de compromiso que no sea el del dinero, los políticos siguen con su insoportable cháchara atacándose por activa y por pasiva, negándose el pan y la sal, motejándose de mentirosos –probablemente todos tengan razón: la mentira se ha hecho consustancial a la política, y lo sabemos todos. La gente se retrotrae a lugares con perfil cerrado (partidos conservadores, partidos ultras, nacionalismos radicales....), se enquista y vocifera, como las hordas que jaleaban a Bildu con banderas desplegadas, puños y gritos; o como las hordas de escapularios antiabortistas de Gallardón. 
Mal horizonte. Y con la educación pública en retroceso.

4 comentarios:

  1. Sabes que me gustó mucho esta entrada? Claro que no eres adivino por eso ya te lo digo que es asi y, si me dejaras me gustaría crear un enlace a este post tuyo increiblemente lúcido,en mi modesta opinión claro.
    Bicos.

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  2. Por supuesto, Ohma, haz lo que quieras con él, que vaya a sitio de diálogo y ojalá le sirva a alguien.

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  3. Comparto los halagos de ohma.
    Me interesa mucho este conflicto que a veces nos cuesta tanto entender en todos sus vericuetos a los latinoamericanos. Y comparto también que "nacionalismo" es una palabra fea y un sentimiento oscuro por lo restrictivo.

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  4. Muchas gracias por sus reflexiones. Los nacionalismos son odiosos pero el peor es el español, sin duda alguna, lo único que es difícil verse desde fuera y la gente anda muy equivocada.
    Lo de la mayoría educada es peliagudo: en España, aún asombra ver a los, supuestamente, mejor educados por haber invertido una gran cantidad de renta en educación y la de sus retoños: son en general gente muy grosera y zafia, con mentalidad de clase horrible y sin ninguna empatía hacia el resto. Más asombroso aún es el voto gallego, ¡uf, qué cruz y qué les darán!

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