La semana que viene empezaré a dar una
clase del máster de la UAM, en Filología, para el común de los licenciados
–creo que hay muchos extranjeros–, y apresto lo que me gustaría que fuera el
mapa de la investigación en Madrid, es decir, los lugares a los que se puede
acudir para trabajar, desde las fuentes, con archivos, bibliotecas,
documentación, etc. O también temáticamente: a dónde acuden quienes trabajan
sobre teatro, sobre arte, sobre la Edad Media, sobre estampas, sobre religión…
y así sucesivamente. Todos los temas y las perspectivas tienen su mapa y su
camino, unos mejor señalados que otros. Correspondía en esta ocasión completar
el panorama de la música –y sus alrededores–; ahorro los pasos previos, que ya
me han acotado algo el campo: la biblioteca musical que estaba en la
Encarnación se trasladó al Monasterio de Poblet; la sala Barbieri de la BNE es
importante para la investigación; el catálogo de los fondos musicales del
Palacio Real está disponible; es terreno poco sistematizado el de los fondos musicales
en conventos, iglesias y monasterios de Madrid; no habrá nada muy interesante
en el Reina Sofía musical; etc.
Mi visita ha sido, por tanto, a la
Biblioteca del Real Conservatorio, el que forma plaza con el Museo de Arte
Reina Sofía y allí he hecho las calas pertinentes, aconsejado por su
amabilísima y competente directora, Elena Magallanes. También sé que existe un
artículo monográfico de Margarita Navarro sobre esta biblioteca (en Revista de Musicología, XI, 1, 1988,
239-249). La biblioteca, que cuenta con un fondo de unas 200.000 unidades,
carece de personal para atender a su catalogación, ordenación, digitalización,
etc., como era de esperar. Como muchas bibliotecas de este país se mantiene
milagrosamente, y no sé si puede llamar milagro al esfuerzo de los
bibliotecarios, becarios, ayudantes, etc. que mantienen a flote esos fondos. Puede verse la web:
y la pestaña de la propia biblioteca
Esas páginas cuentan muchas cosas y muy interesantes, desde luego, pero la
verdad es que el investigador, que allí acude no para que le deslumbren sino
para trabajar, encuentra entusiamos pero muy pocos caminos reales que le lleven
a cumplir adecuadamente su quehacer: yo he buscado infructuosamente catálogos de manuscritos,
inventarios viejos, índices administrativos y de procedencias…. De todo eso
habrá y todo estará; pero si no se puede encontrar dónde está y cómo
consultarlo se irá convirtiendo cada vez más en materia histórica muerta.
Uno de los fondos que he ido buscando ha
sido el de Uclés, el monasterio santiaguista, desamortizado, cuya rica colección
musical –música europea sobre todo, de los siglos XVI–, después de pasar por
muchos azares ha acabado aquí. Supongo que la documentación –Quevedo estuvo preso
en Uclés, como caballero de la Orden de Santiago– se quedó en el AHN. El caso
es que de lo mejor del fondo muscial hay un excelente catálogo, eso sí, con
letras de los grandes autores y compositores (desde Ronsard a Orlando di
Lasso), ninguna en español.
En las calas a los ficheros he visto que su
colección musical es riquísima en textos musicales y partituras de finales del
siglo XIX y comienzos del s. XX –ya me lo había advertido su directora–,
procedente sobre todo de donaciones. En el proceso, obligatoriamente algo
superficial, de reconocimiento de fondos me ha salido una princeps de Nuevas canciones (1924) de Antonio
Machado; un autógrafo musical de Iriarte; muchas copias de textos de Juan del
Enzina… Todo ello necesitaría de un examen mucho más minucioso.
Terminaré citando los dos párrafos finales
de José Carlos Gosálvez –director que fue de la biblioteca y quien también me
orientó sobre su consulta–:
Como conclusión
diré que tenemos sin duda una de las mejores colecciones españolas de música,
una especialidad que en nuestro país cuenta con una infraestructura
bibliotecaria muy escasa. Somos como una maraña: un tipo especializado de
biblioteca docente, al mismo tiempo histórica, y también patrimonial sin dejar
de ser una biblioteca de préstamo, además de funcionar como un centro de
documentación especializado y como una fonoteca. Y esto sin contar con que,
como ya queda dicho, no sólo somos una biblioteca, sino también un archivo
histórico y tenemos una colección de instrumentos y un número apreciable de
piezas de museo… Son muchos los frentes en los que hay que actuar y muy grande
la necesidad de recursos humanos y materiales. Tenemos una gran
responsabilidad: la catalogación informatizada de todos los materiales, la
reconversión de los ficheros manuales, la conservación y difusión, la
digitalización sistemática, son sus pilares fundamentales y sus retos
principales. Intentamos afrontarlos con los medios limitados que tenemos:
actualmente hemos incorporado una aplicación Absys de gestión de bibliotecas,
en la que volcamos unos quince mil registros bibliográficos, iniciamos con
mucho retraso un proceso de reconversión con la asistencia de una empresa,
tenemos un ambicioso plan de inversiones en restauración y conservación para el
Archivo y la Biblioteca y, por último, estamos llevando a cabo desde el pasado
mes de octubre un proyecto de digitalización que prevé, en su primera etapa, el
escaneado de 120.000 páginas hasta febrero de 2008, tarea en el que trabaja un
equipo de cinco documentalistas contratados.
Esperamos que estas
páginas contribuyan a mejorar el conocimiento sobre las colecciones del Real
Conservatorio Superior de Música de Madrid. Todos los esfuerzos son pocos para
cuidar y dar a conocer un fondo que lo merece, tanto por su volumen e importancia
histórica, como por el prestigio de la institución que lo alberga.
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