De sobra sé que es un error viajar con programa y no salirse de él; quizá también lo sea viajar y no enterarse de dónde está uno. Entre las dos opciones, lo que el cuerpo y el apetito viajero en cada situación digan, alertas para no perder algo que pudiera ser sabroso. Ese parrafillo anterior es para justificar que me voy, que me voy y que se han quedado tumbas, lugares, jardines, paisajes, etc. por ver. Que otros las disfruten.
Hoy he consagrado el día a los arrabales, a los barrios, con ese procedimiento harto sencillo que consiste en echar a andar sin perder demasiado la orientación e ir eligiendo calles, luces, edificios, tiendas, oficios.... hasta que las luces empiecen a vacilar y aparezca la neblina azul. Hoy no ha aparecido la neblina azul, sino la lluvia gris; y yo he salido sin paraguas. El modo de proceder ha sido el siguiente: alguna de las personas que me han mirado feliz y me han sonreído al paso han sido colegiales de la salida de algún colegio cercano (van todos uniformados de azul y blando, supongo que en toda China, pues así los he visto en otras ciudades), a quienes les he devuelto la sonrisa: enseguida me han hablado en inglés y yo les he pedido que, si seguimos hablando inglés (el mío es horrible) tiene que ser con la condición de que me ayuden a comprar un paraguas en cualquiera de las muchas tiendas de los alrededores; también les he explicado que así nadie me engaña. Ha estado bien: me hablaban en inglés y yo les contestaba en chino. Diez yuanes el paraguas (más o menos un euro), que me han elegido de color azul y sin flores, a ruego mío.
Y luego he seguido por los barrios, que, como en todas las ciudades grandes, son variados, diferentes, a veces sorprendentes.... Del centro urbano –el más turístico y conocido– pasa uno a los barrios residenciales, los más parecidos a los europeos, que poco a poco se van convirtiendo en hervideros humanos, en barrios, de tiendas o lugares cada vez más pequeños, abiertos, a veces continuando y mezclándose unos con otros. Las señas de identidad vienen dadas por la gran cantidad de motos y bicicletas, frecuentemente compartiendo barrio con coches de altísima gama (audis, mercedes, bmw....) y por la constante reaparición –estemos donde estemos– de los pequeños comedores (así se llaman, xia chi) y de las tiendas de comida, principalmente frutas, hortalizas y verduras.
El viajero deja la voz a las fotos, que está cansado de escribir y mañana se va, pasaré por Yangzhou y me despediré en los jardines de Suzhou:
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