La página que Rafael Argullol dedica (el País, viernes 6 de marzo, opinión) a la situación de la cultura, analizada sobre todo a partir de la lectura, discurre por los cauces habituales de la inteligencia de este ensayista y pone de relieve las carencias que la ausencia de la lectura y la entrega sin condiciones a la imagen está acarreando en una sociedad perezosa, como la española, lo que fácilmente se puede extrapolar a la cultura globalizada –vamos a emplear el término de moda– que penetra sin compasión en todos los resquicios de nuestra vida: la personal, la familiar, la académica, la social, la docente, la escolar, la festiva, etc.
Durante los últimos años, al ejercer como docente –de Literatura y sus aledaños– recibía o me encontraba con frecuencia con "creadores", que me dejaban leer o me pedían opinión y consejo sobre sus poesías, cuentos, obras.... Independientemente del consejo técnico que pudiera suministrar (pobreza de léxico, rigidez de la sintaxis, aburrimiento del tema, exageración dramática, etc.), al final siempre aconsejaba mantener el campo de la creación, la tensión de quien sabe que está "creando", porque esa situación –que es, por cierto, la de cualquier artista– es la de quien alimenta o mantiene viva la "imaginación", la de quien desde ese trampolín salta al lugar en donde la imaginación se expresa libremente. Cercenar esa actitud esgrimiendo datos técnicos o de otro tipo es contraproducente, es dañino para el que renuncia a cultivar el huerto de su imaginación, y además suele dar escasos resultados, pues quien a ella renuncia suele mantener, ya previamente, niveles ínfimos de "cultura".
La cosa va más allá. El asalto a la imaginación es, bien se ve, el asalto a la llamada "cultura" (para entendernos: cultivar el desarrollo de la capacidad humana en todas las direcciones). Los individuos, sin embargo, se van a resistir íntima o socialmente a esa regresión hacia el universo no imaginario –casi animal– que representa nuestra historia cultural.
A no ser. A no ser que los poderosos medios de comunicación actual nos pongan una pantalla gigantesca y opaca delante a donde vaya a parar nuestra imaginación, de donde no pueda pasar nuestra imaginación, porque allí está todo lo que pudiéramos desear.
Y entonces el huertecillo en donde se cultiva nuestra libertad se va emborronando o desaparece por la inercia de imaginar nada más que lo que los sistemas de comunicación actual nos dan como valioso.
Sin imaginación, sin libertad, sin cultura.... ¡qué fáciles de manipular!
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