Cuaderno de pantalla que empezó a finales de marzo del año 2010, para hablar de poesía, y que luego se fue extendiendo a todo tipo de actividades y situaciones o bien conectadas (manuscritos, investigación, métrica, bibliotecas, archivos, autores...) o bien más alejadas (árboles, viajes, gentes...) Y finalmente, a todo, que para eso se crearon estos cuadernos.

Amigos, colegas, lectores con los que comparto el cuaderno

domingo, 7 de diciembre de 2014

Retratos, la emoción del tiempo


Redacción de La Iberia  (1855)

Rosalía de Castro (c. 1863)
Ahora que a punto están de publicarse los dos últimos volúmenes de la Biblioteca de Autógrafos Españoles –que se corresponden a escritores de los siglos XVII y XIX–, ¡qué bien nos hubiera venido la exposición, y correspondiente libraco!, sobre los rostros de las letras, que tiene lugar en la c/ Alcalá 31, es decir, en una de las sedes de la Comunidad de Madrid, y que cubre buena parte de nuestro campo: Escritores y fotógrafos en España, desde el Romanticismo hasta la Generación de 1914 (y en Madrid: Comunidad, etc., 2014), todo tarea primordial de Publio López de Mondéjar, quien explica sucintamente cómo poco después del suicidio de Larra empezó la fiesta de la fotografía, que él nos muestra hasta entrada la segunda mitad del siglo XX, pues a esa época pertenecen las sugestivas fotos de Azorín –un viejecito– yendo al cine, de Baroja paseando por el Retiro, de Ortega y Gaset perorando en el Ateneo... La impresionante foto que llena la página V es la de la familia de Unamuno (1915). 

Unamuno y su familia (c. 1915)
El paseo es deslumbrante, y las sorpresas son al entrar en el rostro de Rosalía o Bécquer, en la intimidad de Valle Inclán (con su mujer e hija, 1915, pero muchas más); en la evolución física de Gutiérrez Solana o de Máx Aub; en el lecho de muerte de Blasco Ibáñez, de Rubén Darío, de J. Verdaguer, de Santiago Rusiñol, de Pereda, de Pío Baroja; en las tertulias y reuniones de unos y otros (la redacción de la Revista de Occidente, la del Café Lisboa, la del café Maison Doré...) La riqueza gráfica es extraordinaria y las ventanas hacia el pasado múltiples y llenas de curiosidad, aunque quizá la mayor curiosidad provenga de nosotros mismos: de la avidez con que nos asomamos a un pasado que hemos conocido fragmentariamente a través de lecturas y anécdotas, pocas veces con el acompañamiento gráfico. Hay algo de vértigo y nostalgia del tiempo en esta mirada hacia nuestro pasado no tan lejano.


Baroja en El Retiro
Tanto la exposición como el libro, –del que he obtenido la mayor parte de las fotos, después de haberlo comprado, claro– tienen el valor añadido de haber reunido todas las muestras, en muchos casos desconocidas, desde luego, y que yo sepa nunca engavilladas formando historia, como ha hecho con acierto indudable P. López Mondéjar. Para el profano, además, se aclaran los orígenes de muchas de las fotos otras veces difundidas fragmentariamente o sin su pie, como una de las más famosas de Antonio Machado (p. 268) en el café de las Salesas (en otras ocasiones se dice que era en el café Comercial y se censura la presencia de la periodista que realizó el reportaje).

Bécquer (c. 1865)
Clarín (1885)
Tertulia de (la Quinta de San Quintín) de Galdós
en Santander, 1911, la dama es Margarita Xirgu
Nuestros antepasados eran feos, según los cánones actuales de distinción, qué le vamos a hacer, aun salvando las individualidades: la elegancia de Pérez de Ayala, Galdós o Hartzenbusch; el feísmo bien llevado de Valle-Inclán; el derroche de sencillez en Antonio Machado...; pero lo que se ve es todavía fealdad humana y probablemente social. El estallido del biquini y la desnudez, en España pasada la década de lo sesenta (1960), mucho tiene que ver con el descubrimiento de que los nuevos hábitos de vida y desarrollo habían espigado y embellecido el cuerpo, que ahora se podía exhibir y del que se podía disfrutar de mil maneras: mirar, ver, contemplar, etc. 


Azorín en Madrid (1950), calle Zorrilla

Villaespesa (c. 1930)
En esa onda seguimos, aunque siempre quedarán posos retrógrados anclados en la miseria de la condición humana, cuando la condición humana les está reclamando que se fijen en su estallido de hermosura. La contemplación del pasado tiene ese sabor agridulce que hay que saber entender. Los espectadores de las series historicistas más afamadas se quedarían desencantados si de verdad vieran cómo eran los Reyes Católicos, y cosas así. La mirada hacia el pasado –también desde el punto de vista gráfico– necesita contextualizarse, como todo.

Claustro del instituto de Segovia (1925) en donde era profesor Antonio Machado (apoyado en el bastón)


3 comentarios:

  1. Feos pero distinguidos, hombres con aspecto de hombres, no de chicos. Mujeres y hombres con indumentarias más dignas que la común de ahora, todos en chándal, pantalón corto/bermudas de infancia con más de 40, etc. Más juvenil y americano pero la foto del claustro, con los de ahora en mochila y enseñando pantorrillas, ¿cómo se verá 100 años después?

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  2. Probablemente se verá mal, porque evolucionará la vestimenta, pero sobre todo la figura humana. Sin embargo ahora no se ve tan mal: si usted me lo permite, las pantorrillas a los 40 puede que no desagraden... Bueno, he tenido que ver alumnos en bermudas y pantalón corto en clases de universidad y otras situaciones: no se pueden erradicar –si se desea hacerlo– tan solo con la reprimenda: al fondo hay todo un modo de vida y juegos de valores que vienen y van.

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  3. Desde luego que no con la reprimenda, es la potencia americana la que ha ganado y la que manda, con sus bermudas, con su manía de comer y beber a todas horas y en cualquier lugar (calle, biblioteca, clases de universidad, viajes ...), los tipos evolucionan a obesos y las alturas a gigantescas (que no es en absoluto señal de buena salud sino de atiborramiento hormonal de alimentación poco natural). El signo de los tiempos de ahora mismo. Y las pantorrillas masculinas se ven y verán siempre fatal. Eso sí, esas prendas son mucho más baratas que un buen corte de pantalón.

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